Cotton Club

Cotton Club: contrabando, mafia y jazz

En pleno Harlem, en la calle 125 con la 656W se erige el nuevo Cotton Club. Parada obligada para amantes del jazz y turistas que se dejan arrastrar por las calles de este otrora barrio sin ley, el nuevo Cotton palidece si lo comparamos con Cotton original, el mítico club que partía la pana entre 1923 y 1940.

En pleno Harlem, en la calle 125 con la 656W se erige el nuevo Cotton Club. Parada obligada para amantes del jazz y turistas que se dejan arrastrar por las calles de este otrora barrio sin ley, el nuevo Cotton palidece si lo comparamos con Cotton original, el mítico club que partía la pana entre 1923 y 1940.

Del primero, que se situaba a solo unas cuantas calles de distancia (Calle 142 con la avenida Lenox), quedan sólo algunos fantasmas, y ese espacio al que peregrinaba cada semana la creme de la creme de Nueva York, ha sido sustituido por un hotel.

Música y Ley Seca

Cuenta la leyenda que en plena Ley Seca, el campeón de los pesos pesados Jack Johnson puso en marcha su «Club Deluxe», un club nocturno semi clandestino, que tenía el noble objetivo de regar gargantas sedientas con alchol de contrabando.

Tan de contrabando era el alcohol y tan poco claros los negocios que se traía entre manos, que en 1923, tres años después de su apertura, el conocido gangster Owney Madden decidió que tras pasar una temporada en el centro penitenciario de Sing Sing, había llegado el momento de hacerle a Johnson una de esas ofertas «que no se pueden rechazar».

Tras una mano de chapa y pintura, nacía el «Cotton Club», una sala con aires de exclusividad que, sin embargo, tendría que volver a cerrar en 1925 precisamente por incumplir con la Ley Seca. Pero como el dinero lo arregla todo, una vez que se llegó a un «acuerdo amistoso» con la policía, volvió a operar con total normalidad. Nacía así una leyenda.

Lo que al principio era poco más que un antro con pretensiones, no tardó en encontrar un hueco propio en las noches neoyorquinas y pronto llamó la atención de las celebrities. Algunos de los parroquianos habituales incluían los nombres George Gershwin, Mae West, Irving Berlin, o Judy Garland entre muchos otros.

Y es que junto a su carácter semi clandestino, el Cotton se había ganado una justa fama de atraer a los mejores músicos de la época. Por el escenario del club de Madden desfilaron las Big Bands de Fletcher Henderson, Duke Ellington, o Count Basie. En una noche normal era habitual asistir a actuaciones de Louis Armstrong, Fats Waller o Willie Bryant. Eso por no hablar de auténticas divas como Billie Holiday, Lena Horne o Bessie Smith. Casi nada.

Un club para blancos, en el barrio más negro

El Cotton Club, era además de un sitio para ver y dejarse ver, un espacio «white only» que reproducía fielmente todos los estereotipos raciales de la época. Pese a que la mayoría de sus músicos, cantantes y bailarines eran negros, como público sólo podías cruzar la puerta si «no eras moreno».

Los artistas iban al club únicamente a trabajar y tenían prohibido mezclarse con la clientela. Una vez que su actuación terminaba, lo habitual era que se delizaran hasta el 646 de Lenox, en el que ahí sí, se montaban unas farras descomunales en las que se mezclaba whiskey de maíz, brandy y marihuana.

Y sin embargo, todos querían poder tocar en el Cotton. En primer lugar porque en los mejores clubs la situación era bastante similar (algunos prohibían a sus «artistas negros» el uso del ascensor y les obligaban a utilizar el montacargas) y segundo término, era de los que mejor pagaban.

Pero aunque por el club como hemos visto pasaban los mejores artistas, si sigue ocupando ese lugar privilegiado en la cultura popular es gracias a Duke Ellington.El «duque» fue «artista residente» en el Cotton desde el 4 de diciembre de 1927 hasta el 30 de junio de 1931 y buena parte de su fama se la ganó precisamente, gracias a las retransmisiones radiofónicas que se emitían en directo de sus conciertos.

Gracias a la confianza que se ganó con Madden, Ellington pudo experimentar con todo tipo de sonidos nuevos, que más allá de la actuación en sí de su banda, utilizaba en momentos de transición, aperturas, o acompañamientos y que finalmente, acabaría por incorporar a su propio repertorio. Se calcula que durante esos años y gracias a ese «trabajo extra», la Big Band de Ellington grabó más de cien temas completamente originales. En 1940, con Madden de nuevo en la cárcel y con unas Big Bands que ya no interesaban tanto al gran público, el Cotton cerró sus puertas.

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