Clint Eastwood

Clint Eastwood: el director de cine que conquistó el mundo del jazz

Suele decirse que Woody Allen es el director de cine que más ha hecho por popularizar el jazz; no sólo porque el propio Allen hace sus pinitos en una big band, sino porque en muchas de sus películas, las referencias al jazz con constantes. Sin embargo, no es el director de «Annie Hall», el cineasta más «jazzero«. Por méritos propios, ese título le corresponde al gran Clint Eastwood.

Así se lo reconoció la «industria del jazz» al director de «Bird», «Sin perdón» o «Mystic River» en 1997, en un merecido concierto celebrado en su honor en el Carnegie Hall de Nueva York.

El concierto, que fue grabado y editado posteriormente en un estupendo doble CD que llevó como título «After Hours», contaba con la «The Carnegie Hall Jazz Band and Strings» e invitados ilustres como los pianistas Kenny Barron, Barry Harris y Jay McShann; los saxofonistas James Carter, Joshua Redman, James Moody y Charles McPherson; los vocalistas Jimmy Scott y Kevin Mahogany. El propio Eastwood se presentó ante el respetable al final del concierto y tras dar las gracias, se sentó en la banqueta e interpretó un par de temas al piano.

Clint Eastwood: Bird y mucho más que Bird

Para quien se aproxima a la filmografía del que en su momento interpretase a personajes como «Harry, el sucio» o al Joe de «Por un puñado de dólares», el swing del jazz se muestra de forma evidente en «Bird», el estupendo biopic que Eastwood dedica a Charlie Parker. Un Parker al que por cierto, Eastwood tuvo la enorme suerte de ver en directo en la serie de conciertos «Jazz at the Philarmonic».

Sin matices, coincido con críticos como Carlos Boyero, cuando afirma que esta «es la mejor película que se ha hecho nunca sobre el mundo del jazz», y como apunta Diego Manrique en El País, «se hizo con minuciosa atención al detalle, contando con el asesoramiento de las mujeres y los músicos que compartieron sus vidas con Parker.

De hecho, el asesor musical de Eastwood, Lennie Niehaus, antiguo músico de la orquesta de Stan Kenton, gastó cantidades respetables de tiempo y dinero aislando el saxo de Parker en viejas grabaciones y añadiendo acompañamiento con la calidad musical y sonora que se merecía el genio».

Pero la apuesta de Eastwood por el jazz va mucho más allá. Empieza de hecho con su primera película tras las cámaras. En «Play Misty for me (1971)», encarnaba a un locutor de radio que tenía que vérselas con una oyente que cada noche llamaba a la estación para pedirle que «pinchase» el clásico «Misty» en la versión de Errol Garner. La película incluía además breves fragmentos musicales en los que se entreveían actuaciones en directo de Cannonball Adderley y Johnny Otis en el festival de Monterey de ese año.

Para «Los puentes de Madison», la más romántica de las películas del director, Eastwood recurre a una de las BSO de jazz más trabajadas de la historia del cine, rescatando además a Johnny Hartman, vocalista especializado en estándares, que llegó a colaborar con Coltrane en más de una ocasión. Como en Bird, el saxo de Lennie Niehaus se escucha en la cinta.

En clave de jazz se embarcaría también en 2014 para la adaptación al cine del exitoso musical «The Jersey Boys», en el que se narra entre la nostalgia, la admiración y la hagiografía la historia de Frank Valli y The Four Seasons, desde la formación del grupo de Nueva Jersey en los años cincuenta hasta su ingreso en el Rock & Roll Hall of Fame a principios del siglo XXI.

Además de como director, también se ha involucrado como productor en distintos proyectos musicales, siendo tal vez el más interesante el documental que firma junto a TCM como homenaje para el 90 cumpleaños de Dave Brubeck, «Dave Brubeck: In His Own Sweet Way» en el que se repasa la vida del genial pianista. Como no podía ser de otra forma, los guiños al mundo del jazz se cuelan aquí y allá en muchas de sus películas, como cuando interpreta al agente especial Frank Horrigan de «En la línea de fuego», que desahoga las tensiones tocando el piano y pone discos de Miles Davis cuando llega a casa.

Aunque nunca se ha atrevido (como sí hace Woody Allen) a tocar en público, su pasión ha llegado hasta su hijo, Kyle Eastwood, compositor y bajista de jazz. Y es que como afirma Eastwood cuando se le pregunta, «el jazz es, junto al western, el único arte verdaderamente estadounidense».

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