El jazz se ha convertido en un lenguaje universal, que puede disfrutarse en cualquier parte. Pero para los más puristas, el jazz se disfruta de otra forma en ciudades determinadas, en locales concretos en los que parece que se respira un aire diferente.
Y es que hay ciudades que se han ganado la justa fama de ser imanes del jazz, desde una Nueva Orleans que vio nacer este género musical, pasando por Nueva York, París o La Habana. Hoy en Caravan empezamos la primera parte de nuestro viaje.
Nueva Orleans
En 2011, Nicholas Payton, uno de los trompetistas de jazz más importantes del momento, ganador ese mismo año el Grammy a la mejor actuación, explicaba en «On why jazz isn´t cool anymore», por qué consideraba que el jazz si es que en algún momento había existido, había muerto en 1959, probablemente su mejor año tras el lanzamiento del «Kind of Blue» de Miles Davis y el «Time Out» de Dave Brubeck. ¿Qué es lo que se ha venido haciendo desde entonces? Pues según Payton, lo que denomina «música de Nueva Orleans».
La suya en particular, la denominó «Música de Nueva Orleans Postmoderna», la de Louis Armstrong, «Música de Nueva Orleans tradicional» y la de artistas como Ellis Marsallis «Música de Nueva Orelans Moderna.
Sirva esta introducción para explicar que se denomine jazz o se denomine «Música de Nueva Orleans», esta ciudad del delta del Misisipi es la «zona cero» del jazz, en la que critzalizó a finales del siglo XIX, primero con los «spirituals» y después el Blues y el Rag Time el que es probablemente el estilo musical más importante del siglo XX.
Y que pese a que la ciudad no ha se ha recuperado completamente de las heridas del Katrina, sigue siendo el principal destino para los amantes de jazz, con decenas de clubs en los que escuchar a los mejores conjuntos del momento, cruceros temáticos y la imprescindible visita al New Orleans Jazz Museum en el que es posible contemplar fotografías, discos, manuscritos y grabaciones de su época dorada.
Nueva York
Hay muchísimas razones por las que visitar Nueva York. Y el jazz no es una menor. Es aquí donde en 1925 nace el «Cotton Club», local mítico que tuvo a Duke Ellington como «artista residente» y por el que además desfilaron las Big Bands de Fletcher Henderson o Count Basie. En una noche normal era habitual asistir a actuaciones de Louis Armstrong, Fats Waller o Willie Bryant. Eso por no hablar de auténticas divas como Billie Holiday, Lena Horne o Bessie Smith. Casi nada.
Del histórico club ya no queda nada (ha sido sustituido por un hotel), pero los aficionados pueden visitar un renovado «Cotton» a sola unas calles de distancia. Por supuesto, Nueva York es mucho más que el Cotton y si Nueva Orleans es la cuna del jazz, Harlem es su segunda patria, con un Teatro Apollo que sí o sí tienes que visitar.
Se cuenta que durante los años 20, entre Lennox y la séptima avenida había más de 20 clubs, en uno de los cuales Billie Holiday fue descubierta cuando tenía 17 años. Más allá de los clubs, merece la pena visitar el «National Jazz Museum in Harlem», en el que se da cuenta de la historia musical del barrio e incluso, es posible contratar un walking tour que recorre algunos de los sitios más interesantes.
Fuera de Harlem, es interesante acercarse al Greenwich Village, donde se encuentran la mayoría de los clubs de jazz en la actualidad , con un «Village Vanguard» en el que se han grabado algunos de los mejores conciertos de la historia. También interesante resulta el «Jazz at Lincoln Center», programa de conciertos y actividades dirigido por Wynton Marsalis.
Montreal
Con una historia de jazz que se remonta a los años 20, Montreal se situó en el radar de la escena jazzística debido en gran parte a la Ley Seca. Dado que en Canadá era posible comprar alcohol cuando la prohibición hacía de las suyas en Estados Unidos, la ciudad se convirtió en esa época en un imán tanto para músicos como para aficionados.
A partir de ahí la ciudad más europea de América ha conseguido mantener su posición como uno de los principales polos jazzísticos del mundo, como lo demuestra su Festival Internacional de Jazz, el más grande y multitudinario de los que se celebran en todo el planeta.
El festival ha provocado también por supuesto que en las calles de la ciudad canadiense uno literalmente se «tropiece» con todo tipo de clubs, tiendas de instrumentos y de memorabilia.
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