Pannonica: la Rothschild que se enamoró del jazz

La llamaban la “baronesa del jazz”, pero de jazz no había tocado una sola nota. Musa, protectora y mecenas de decenas de músicos de jazz, la historia de Pannonica Rothschild no es la de una mujer cualquiera. Nacida en 1913 con uno de esos apellidos que pueden asegurarte una larga y plácida vida, la de “Nica” fue de todo menos sencilla.

Tras pasar una infancia y juventud similar a la de muchas familias burguesas de la época, la vida de Pannonica “languidece” entre lujos hasta se casa en 1935 con Jules de Koenigswate, en una de esas bodas con tanto copete que acaban en las páginas de sociedad del New York Times. Tras recorrer medio mundo en su luna de miel, el matrimonio toma la decisión de instalarse en París y es aquí, en ese ambiente chispeante que precede a cualquier conflicto armado, cuando nuestra protagonista comienza a interesarse por el jazz.

En la capital francesa acude a pequeños clubs nocturnos y, de forma indirecta, entra en contacto con músicos como Coleman Hawkings, Dizzy Gillespie, Charlie Parker y Duke Ellington entre otros, que solían convertir París en la primera etapa de sus giras europeas.

Con el estallido de la segunda guerra mundial, Pannonica comienza a colaborar con el ejército de la Francia libre (la conocida resistencia) que la emplea como descodificadora de mensajes, conductora de vehículos y locutora de radio. Finalizado el conflicto armando y con la fortuna de su familia si no en las últimas, si desde luego diezmada por el expolio nazi, “Nica” emprende una “gira” que le lleva a acompañar a su marido en su trabajo consular, primero como embajador en Noruega, posteriormente en México.

En México sin embargo nuestra Nica se aburre. Tanto, que cada vez encuentra más excusas para ausentarse de casa e irse “de visita” a Nueva York, ciudad que seguía contando con los clubs de jazz y blues más exclusivos. Cuenta la leyenda que es en uno de esos viajes y mientras visitaba a su amigo, el pianista de jazz Teddy Wilson, cuando escucha por primera vez Round Midnight”, la que a la postre sería la composición más famosa del por entonces semi-desconocido Thelonious Monk. Ya no habría vuelta atrás.

Pannonica

El gran amor de su vida

Hay que tenerlos muy bien puestos para dejar la vida más sencilla del mundo de un día para otro porque te has enamorado del jazz. Pero eso es precisamente lo que Pannonica hizo. Y si hacemos caso a los rumores, tras escuchar por primera vez esa “Round Midnight”, la señora Rothschild ya no volvería a casa.

Abandonó a su marido y sus cinco hijos, se mudó a una suite en el hotel Stanhope y se dedicó a tratar de conocer al hombre que había compuesto uno de los standards más famosos del género. Como uno tenía talento pero era pobre y la otra no lo tenía, pero estaba forrada de dinero, no tardaron en congeniar. Es así como entre Monk y Pannonica nace una historia de amor muy peculiar.

Porque por un lado, parece más que demostrado que Nica estaba enamorada del genial pianista. Le seguía en sus giras, patrocinaba sus conciertos y en definitiva, conseguía que Monk no tuviera que preocuparse absolutamente de nada, únicamente que de tocar. Pero por otro lado, Monk estaba casado. Su mujer Nellie, no sólo conocía perfectamente a Nica, sino que al parecer durante una época llegaron a convivir los tres.

Como la sombra de Thelonious Monk era más que alargada, Nica pronto se vio vista envuelta en la vida personal de un gran número de músicos. Era ella la que les daba techo si un día no tenían donde caerse muertos, la que iba a desempeñar sus instrumentos musicales y la que concertaba grabaciones y actuaciones para muchos de ellos. Además de Monk, se sabe que trató directamente con Charlie Parker, Sony Rollins, Charles Mingus y Art Blakey. De muchos otros fue también amante.

Tanto se involucró en la escena que llegó a confesar que esa marihuana que incautaron al bueno de Monk en realidad era suya, lo que le costó pasar casi tres años en la cárcel, una multa de 3.000 dólares y no poder pisar suelo americano durante su “condicional”. NI siquiera esto impidió que permaneciera con Monk hasta el final.

Tras la muerte del artista en 1982, siguió involucrada en la escena (por ejemplo hizo un cameo en “Bird”, la película que Clint Eastwood le dedicó a Charlie Parker) hasta que ella misma acabaría por fallecer en 1988,a los 74 años, de un ataque al corazón.

 

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