Marsalis

Contra Wynton Marsalis

Voy a decirlo ya. No me gusta Wynton Marsalis. Y sí, reconozco que es uno de los grandes jazzmen que quedan. O que para muchos, la de Marsalis es la mayor figura que el jazz ha producido en los últimos 25 años. También le reconozco el mérito que tiene haber conseguido poner en marcha ese estupendo programa que responde al nombre de «Jazz at the Linconl Center». Pero no puedo evitarlo, me repatea. No soporto que su talento descomunal y lo que es una técnica que cualquier otro trompetista querría, se haya puesto al servicio de la banalidad, de la nada.

Heredero directo de lo más tradicional del jazz de Nueva Orleans, lo que sopla Marsalis en su trompeta es a la música lo que el neogótico a la arquitectura: mucha técnica y cero originalidad. Pero seamos justos. Reconozcamos también sus méritos. De vez en cuando es necesario que cuando las vanguardias se desmadran, cuando un Cecil Taylor llega al límite de la cacofonía y dice que lo que hace es de otro planeta, llegue un reaccionario para decir «hasta aquí hemos llegado». Al menos puedo reconocerle eso.

Lo que toca Marsalis, desde luego que es jazz…aunque su sonido sea el mismo que se escuchaba en los clubs de Nueva York en los años 30 del siglo pasado. No es de extrañar por lo tanto, que dos de sus trabajos más aclamados sean los estudios que ha realizado sobre Duke Ellington y Louis Armstrong. La diferencia claro está, es que Ellington y Armstrong sí que resultaron absolutamente rompedores e innovadores en su momento.

Dicen que su gran influencia ha sido Miles Davis, y de hecho se le ha criticado por «imitarle» demasiado. Pero el bueno de Miles no le soportaba. Como prueba, rescato este pasaje de su autobiografía: «tenía buenos recursos con la trompeta, buena técnica y todo eso. Pero se necesita algo más para tocar auténtica música de jazz: se necesitan sentimientos y una comprensión de lo que es la vida que uno sólo adquiere viviendo, a fuerza de experiencia (sic.) Wynton solo está tocando música de fósiles, la música que cualquiera puede llegar a tocar con práctica». Es cierto que no se llevaban demasiado bien. Davis acusaba a Marsalis de ser el «niño mimado» de la crítica blanca y Wynton no perdía oportunidad de hablar mal de Davis cuando le daban la mínima oportunidad.

George Wein, uno de los más famosos empresarios de la historia del jazz, se refería hace poco a  Marsalis como síntoma de los problemas que atraviesa el género: «el principal problema es que no surgen nuevas figuras, salvo Wynton Marsalis, pero no es el tipo de músico que mire hacia delante. Más bien al contrario». Freddie Hubbard, del que se considera que es la otra gran influencia que ha definido el «Wynton style», tampoco tenía una impresión mucho mejor de la «gran figura». En una entrevista con Chema Martínez, aseguraba que «en lo tocante a la técnica es un genio, pero qué puede pensar uno de alguien que ha copiado, incluso mis errores. Si yo en un momento intenté hacer algo y no me salió, él lo hacía exactamente igual…Para no creérselo».

Tal vez el problema de Marsalis es que se hizo mayor antes de tiempo. Con menos de 17 años compartía escenario con figuras como Art Blakey y Herbie Hancock y a los 20 fichó por la CBS, que se ocupó que a partir de ese momento fuese un «fijo» de los Premios Grammy (nueve ha ganado hasta el momento). Se le subió a la cabeza: a la vez que criticaba en la prensa a todos aquellos que se dejaban seducir por las vanguardias europeas, se presentaba en todo el mundo como el «auténtico embajador del jazz», como si la música necesite un representante. Por favor, más Marsalis no.

Contra Wynton Marsalis comentarios en «11»

  1. Creo que subestimas la cuna del jazz. Cuando fui a New Orleans me di cuenta que el jazz no es lo que tocan hoy grandes virtuosos. El jazz es un estilo de vida, una cultura aislada en su momento. No solo de negros aunque si dominada por ellos. El jazz fue y es hacer valer sus cánticos cuando enterraban un obrero abusado, era el desquite en la música del discrimen y fue un grito que quisieron apagar. Aun en las iglesias evangèlicas el negro estalló con su estilo y manera de alabar a Dios en su forma. No es fácil tocar el jazz tradicional en jna forma virtuosa y llenarla de emociones. El jazz llamado contemporáneo no tiene esa vivencia de sangre, es estudiado; son escalas y riffs; patrones y repetición de estilos. Hay virtuosos académicos pues bien; pero jazz no tocan.

    1. Hola, muchas gracias por tu comentario. Claro que valoro la música y la herencia de Nueva Orleans. Sin Nueva Orleans, el jazz no sería nada. Simplemente digo que Marsalis se ha ocupado de convertirse en un tapón para que el jazz siga evolucionando, por ejemplo negando la validez de las vanguardias o convirtiéndose en un «pope».

  2. Creo que ha sido malinterpretado. Que tu sentirías si te dijeran que Otmar Liebert que vendió mas discos que Paco y Benson juntos es un gran guitarrista de flamenco!!!

  3. El jazz es ante todo improvisación, y esa no es la principal característica de Winston. Queda muy lejos, en este aspecto, de alguien como Gillespie. No es un renovador precisamente. Su conservadurismo musical es un lastre para todos aquellos que entendemos el jazz como cambio y renovación.

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