Jazz Madrid 2020

La cultura es segura: Festival Jazz Madrid 2020

Han sido unos días realmente ajetreados los de las últimas dos semanas. En menos de quince días, he asistido a cuatro conciertos del Festival de Jazz de Madrid , entre medias, a otros dos conciertos “fuera de programa”.

Y la sensación antes, durante y después de cada uno de los espectáculos, siempre ha sido la misma: la cultura es segura. Hay un acuerdo tácito para que lo sea, por todo lo que nos estamos jugando. Así que sí, desde el personal que controla el aforo de las salas, al que vigila que se cumplan con las medidas de distancia y seguridad; desde los músicos, al público que se muere por escucharles tocar…todos en estas dos semanas, han estado a la altura.

Durante esta “nueva normalidad”, me he sentido seguro en cines y teatros, en salas de exposiciones y en museos en los que he podido “campar a mis anchas”. Lo repito de nuevo: la cultura es segura. Porque hay que repetirlo, gritarlo incluso, como hace el colectivo Alerta Roja cuando se manifiesta en calles y plazas.

No es lo ideal por supuesto, escuchar un concierto con mascarilla. No me gusta tener que guardar distancia de seguridad y no poder vibrar como solía cuando escuchaba música sin preocuparme por nada más…y parece ahora una eternidad cuando lo piensas. Pero me quedo con esos momentos mágicos que vivimos los que apostamos por la cultura en mitad de esta maldita pandemia.

cultura es segura
Manifestación del colectivo “Alerta Roja”

Momentos como cuando Mariola Membrives nos dice que somos unos héroes, o en los que Marco Mezquida nos aplaude no porque tenga que hacerlo o porque entra en ese guión no escrito que se da en cada concierto, sino porque sabe que poder interpretar su ”Beethoven Collage” en el Auditorio Nacional, en los tiempos que corren, es casi un milagro. Porque el de Madrid, es uno de los pocos festivales de jazz que en los últimos meses no se han cancelado. Porque los titulares los ocupan los partidos de fútbol sin público o los bares abarrotados.

Sé por supuesto que hay otros sectores afectados. Que la cultura es otro más. Pero es que para la cultura no existen demasiadas alternativas. Los músicos no pueden teletrabajar y seamos sinceros, ver conciertos en streaming o visitar una exposición desde Google Chrome es como beber cerveza sin alcohol: te dirán que es lo mismo que la cerveza “de verdad”, pero todos sabemos que solo es un sucedáneo.

He tenido la oportunidad de hablar con unos cuantos músicos a lo largo de los últimos meses. Y claro que la pandemia les ha enseñado cosas. Claro que te dicen que han tenido tiempo para reflexionar, más tiempo para componer o para poner en marcha algunos de esos proyectos para los que, cuando están de gira, siempre faltan horas. Pero no nos engañemos, los músicos no viven ni de componer canciones ni de vender discos. Sobreviven gracias a sus actuaciones en directo. Aún habrá quien piense que Spotify está aquí para salvarles.

Dicen que de esta situación saldremos todos más fuertes, más unidos. Que habremos inventado nuevas formas de hacer las cosas. Lo que yo veo sin embargo es que sin ayudas (como las que recibe el sector en Alemania, o en Estados Unidos), a un sector que ya estaba muy jodido, se le da la puntilla. Faltan fondos de rescate para los músicos, para las salas, para los espectáculos en directo. Falta en general que se apoye a cualquier sector que no sea el turismo.

Casi parece ahora una suerte que muchos de nuestros músicos no puedan vivir de lo que más les gusta. Que la mayoría se dediquen a la enseñanza, y que sea eso lo que les sigue permitiendo ese “traer un sueldo a casa”. Porque en este país en el que salvar bares y terrazas es lo prioritario, la cultura es molesta y estorba. “¿Qué quieren ahora estos?” he oído decir a más de uno de esos que ahora gritan “libertad” a pleno pulmón, como el que aprende una palabra nueva y se le hace extraña en la garganta. Ojalá que pueda seguir molestando durante mucho tiempo más…

Pero termino ya. Y me quedo con las cosas buenas. Con los seis conciertos de estas dos últimas semanas. Con la sensación no solo de haber disfrutado siempre, sino de una forma muy pequeña, muy anónima, de haber contribuido a algo bueno. Si os interesa saber cómo han ido, en la revista MásJazz podéis consultar las cuatro crónicas.

Marco Mezquida: deconstruyendo a Beethoven

Marcin Masecki: un vendaval arrasa Madrid

Trinidad Jiménez: poemas épicos a ritmo de jazz

Mariola Membrives: Lorca, rock y flamenco

 

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