Casi todos los aficionados conocen la historia. En dos fechas de 1956 que pasarán a la historia del jazz (11 de mayo y 26 de octubre), el quinteto de Miles Davis (John Coltrane, Red Garland, Paul Chambers y Philly Joe Jones) grababan cuatro de los mejores álbumes de de la década: Workin’, Steamin’, Cookin’ y Relaxin’ with The Miles Davis Quintet. Y es que tras haber sido fichado por Columbia, Miles necesitaba grabar (y a toda prisa si era posible) los últimos cuatro discos que, por contrato, aún le ataban a Prestige.
Casi de forma intencional, los títulos de estos cuatro álbumes corresponden a esos momentos que resultan ideales para escuchar jazz: cuando estamos relajados, cuando cocinamos, cuando trabajamos… y sí, en el caso de Steamin’ cuando esos “cigarrillos especiales” pasan de mano en mano.
A menudo me descubro, precisamente, cocinando en fin de semana mientras escucho Cookin’, y desde luego siempre que tengo la oportunidad de trabajar en casa, el jazz es parte esencial de la música que escucho. En cuanto a Relaxin’ y Steamin’ qué os voy a contar: aunque mantengo a rajatabla lo primero, lo segundo, para desgracia mía, ya me queda algo lejos y ahora es otra de esas cosas que solo disfruto from time to time.
Mucho menos conocido por el gran público es Walkin’. Editado en 1957 por Prestige, el álbum es en realidad es una recopilación de dos álbumes grabados en 1954. Dos de los temas habían sido incluidos en el LP “Miles Davis Quintet”, mientras que el resto formaban parte originalmente del LP “Miles Davis All Star Sextet”, si bien en este caso, se intercambió el tema “April” por la inédita “Love Me or Leave Me”, también grabada en la sesión original.
Si cuento esto es porque precisamente, es en Walkin’ cuando más disfruto del jazz. Sin nada que me distraiga, es en esos largos paseos en solitario, con los cascos “enchufados”, cuando encuentro ese momento en el que puedo prestar una atención realmente plena a la música que estoy escuchando.
Es ahí cuando sin un plan previo me descubro contando compases, analizando cómo y de qué forma entran los solos o la estructura de los temas. Es, por explicarlo de alguna forma, mi momento más “cerebral” a la hora de escuchar música y cuando realmente disfruto de todas esas formas armónicas. Y así, discos que en principio me dicen poco en modo Workin’ o pasan desapercibidos en Cookin’, en Walkin’ empiezan a parecerme fantásticos, llenos de matices y sutilezas.
De las virtudes de Walkin’ escribía Henry David Thoreau, en “Un paseo invernal”, un libro que es una auténtica delicia y en el que el autor de Walden muestra cómo un simple paseo por el bosque, sintiendo nuestra respiración y escuchando el peso de nuestros pasos sobre la nieve, es en realidad, la mejor forma de descubrir quiénes somos en realidad.
No es el único. Elogio del caminar del antropólogo francés David Le Breton, refleja una manera de estar en la tierra y en Elogio de la lentitud de Carl Honoré, se reivindica el movimiento slow como filosofía vital y el caminar, como la mejor forma de desplazarse; toda una forma de protesta ante ese cultura a la velocidad que parece haberse convertido en un estándar social.
Yo, que he asumido ese caminar como una filosofía de vida, lo tengo claro. Siempre que tengo que ir a un sitio, si el tiempo acompaña y el horario no apremia, caminar es mi primera opción. Y en ese Walkin’ que puede tomarse unos minutos o en algunos casos, más de una hora, el mejor jazz siempre me acompaña.
Y vosotros…¿Cómo escucháis jazz?
De múltiples maneras, pero también ….. Running, es junto con caminar, una buena manera de disfrutar del jazz.
Saludos
No sé si el correr ♀️ se adapta tanto pero si a ti te funciona genial!