Cannonball Adderley

“Cannonball” Adderley: cinco álbumes imprescindibles del sucesor de Charlie Parker

Cuando hace unos años comencé a interesarme por los orígenes y los porqués de uno de mis álbumes favoritos del género, revisé de manera incansable todo el material fotográfico disponible de aquellas dos magníficas sesiones que parieron Kind of blue”. Don Hunstein, fotógrafo oficial de Columbia durante más de treinta años, tomó numerosas instantáneas de la memorable segunda sesión del 22 de abril de 1959 en la que se grabaron los archiconocidos «All Blues» y «Flamenco Sketches«.

Allí estuvo inmerso varias horas, deambulando entre biombos, escondido tras las cortinas de la iglesia reconvertida en estudio de grabación, intentando no interferir en el buen hacer de los músicos, técnicos de sonido y productores. Lamentablemente no asistió a la primera sesión, y con motivo de la celebración del 50 aniversario del álbum reconocía apenado: “El estudio era muy grande y espacioso, me permitía retirarme un poco y desaparecer para ellos. En la sesión no creo que Miles ni nadie pensara en mí, así que podía observar y fotografiar lo que me parecía interesante. Había una abertura en uno de los paneles del techo, se podía subir hasta allí y tener una vista de pájaro del centro de la sala… sólo tomé tres rollos de cinta aquel día, hoy habría usado diez veces más”.

El escaso material existente y mis ansias de conocer un poco más a fondo a los siete músicos que participaron en aquella grabación, me llevaron a ampliar mis miras en un viaje temporal a través de la carrera de cada uno de ellos. Una aventura musical que terminó por centrarme en la cara más optimista y simpática del grupo: el saxo alto Julian Edwin «Cannonball» Adderley. Nombrado por algunos heredero natural del mismísimo Charlie Parker, acompañó a grandes del jazz como Miles Davis, Sarah Vaughan, Oscar Peterson o Jimmy Heat, aunque también llevó a cabo proyectos personales como líder, con mayor o menor éxito, junto a otros nombres propios de la talla de Bill Evans, Joe Zawinul o John Coltrane.

Inseparable de su hermano Nat Adderley, trompetista con quien grabó siete álbumes, fue conocido por su carácter afable y bromista, y ha sido recordado en numerosas ocasiones por aportar un inconfundible sentido del humor a las sesiones, haciéndolas distendidas y divertidas. Tanto los álbumes en directo así como las pocas grabaciones en vídeo disponibles hoy en día dan fe de ello: gustoso de presentar sus temas antes de tocarlos, solía dirigirse al público en un tono afable y relajado, siempre jovial.

En lo musical, muchos han afirmado que sin la capacidad creativa de su hermano no habría llegado nunca tan lejos como lo hizo en el mundo del jazz, aunque es del todo indiscutible su innato sentido del blues, del bop y del góspel, de las músicas africanas que corren por las venas de la comunidad negra. Su gran técnica en la interpretación y la improvisación convertía sus solos en participaciones totalmente imprescindibles y fácilmente identificables por su pizpireta forma de tocar, frente a maneras más oscuras y profundas como podrían ser las de Coltrane.

En Caravan repasamos cinco de sus mejores álbumes para que no te pierdas ni una nota del saxofonista de Tampa, Florida, gran ejemplo de que el jazz no tiene por qué ser una música oscura y plomiza… ¡qué bueno que viniste Julian!

Cannonball Adderley

Somethin’ else (Blue Note, 1958)

Grabado un mes antes de “Milestones” (Columbia, 1958) y con Rudy Van Gelder a los mandos del sonido, es uno de los álbumes imprescindibles en la cultura jazzística y un “must have” de cualquier colección de discos. En él encontramos ni más ni menos a Miles Davis como sideman junto a Cannonball, líder del grupo, hecho reseñable ya que el trompetista de Illinois llevaba casi diez años sin hacer de acompañante musical de ningún otro artista.

Con una sección rítmica a cargo de Sam Jones al contrabajo y el incombustible Art Blakey a la batería, se suceden joyas musicales con bellos e irrepetibles solos: desde la que para mí es la versión definitiva de “Autumn Leaves” del húngaro-francés Joseph Kosma, pasando por el clásico de Cole Porter “Love for sale” donde Art Blakey imprime un ritmo latino muy particular, hasta una balada rotunda, “Dancing in the dark”, con un sentimiento donde el lucimiento del saxo alto se aproxima a experiencias personales profundas

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Things are getting better (Riverside, 1959)

Presentado en su portada junto al vibrafonista Milt Jackson, quien también había trabajado con Charlie Parker a finales de los años 40 y que se encontraba en el apogeo musical con su “The modern jazz quartet”, Cannonball vuelve a reunir a lo más granado de la escena del jazz (Art Blakey de nuevo a la batería y Wynton Kelly al piano) dando lugar a uno de los álbumes que más se disfrutan del saxofonista.

El blues rociado con pizcas de un funk que todos parecen dominar a la perfección, trazan temas de escucha sencilla y agradable que transmiten una felicidad inevitable de la mano de su protagonista. El tema que le da nombre al álbum, “Things are getting better”, es una auténtica muestra de ello, animando incluso a mover el esqueleto mientras te lleva de la mano a una divertida noche en el parisino “Le Caveau de la Huchette”.

A destacar la movida versión del “Groovin’ high” de Dizzy Gillespie que sin duda alguna gana enteros con el vibráfono de Milt Jackson. El álbum se cierra con una nueva versión del popular tema de Cole Porter “Just one of those things“, reproducido hasta la saciedad por gran cantidad de artistas del género (desde Louis prima hasta Diana Krall entre otros)

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The masquerade is over (Capitol, 1962)

¡Qué bonito es este álbum de principio a fin! Romántico sin llegar a ser empalagoso, Cannonball Adderley demuestra en los diez temas que contiene la grabación que también sabe ponerse serio y sentimental, huyendo -sólo en parte- del ritmo animoso que le caracterizaba.

Está acompañado de Nancy Wilson, aunque más justo sería decir que es él quien hace de sideman titular a la voz cálida y elegante de la cantante estadounidense. Se trata de la primera aportación del saxofonista al catálogo de Capitol a pesar de tener contrato en vigor con Riverside, y contó con la presencia de su hermano Nat a la corneta y uno de los que sería gran colaborador a lo largo de su carrera: el pianista austriaco Joe Zawinul.

Los temas interpretados y sus letras son completamente embriagadoras y lo convierten en un imprescindible de su discografía. Sobresalen la especial sensibilidad de “The masquerade is over” y el onírico “A sleepin’ bee” con letra del periodista Truman Capote. La grabación finaliza con varios temas instrumentales entre los que se elevan sobre la cumbre eterna del jazz un “Teaneck” que desentona (para bien) con el resto del álbum y en el que Nat Adderley volvió a demostrar su músculo compositivo

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Nippon soul (Riverside, 1964)

Álbum en directo grabado en Tokio durante la gira japonesa de Cannonball en 1963, plagado de tintes orientales y exóticos muy acordes al lugar donde tocaron y favorecidos por la participación de otro gran nombre del jazz: el instrumentista Yusef Lateef al oboe, la flauta y el saxo tenor, y de quien se interpreta casi al final del concierto su tema “Brother John”, dedicado a John Coltrane.

Es uno de los álbumes en los que más se oye hablar a Cannonball durante las presentaciones de los temas, y en los que se puede comprobar el carácter bromista y desenfadado del que hablábamos al principio. El equipo en aquella grabación en directo contó de nuevo con Nat Adderley y el ya casi inseparable Joe Zawinul entre otros, quienes interpretaron los temas con fuerza y desenfado (a pesar de que entre el público nipón no se advierta mucho entusiasmo durante los poco más de 46 minutos de grabación). Abre el álbum un tema compuesto por el mismo Cannonball para la ocasión, “Nippon soul”. Tras él despuntan “Tengo tango”, basado en ritmos argentinos y también compuesto por el saxo alto. Duke Ellington recibe un merecido homenaje en la versión de “Come Sunday” con arreglos de Zawinul; la grabación llega a su fin con uno de los temas más populares del jazzman en Tokio: “The work song”, compuesta -cómo no- por Nat Adderley y que contiene unos ritmos que hipnotizan e impiden quedarse sentado.

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Mercy, Mercy, Mercy! Live at “The Club” (Capitol, 1967)

Si el concierto en Tokio te deja indiferente, espera a escuchar uno de nuestros favoritos. En él se demuestra la alegría constante de vivir de Cannonball y todo su equipo. Un directo grabado en 1966 en un estudio de Capitol con barra libre (no en el Club DeLisa, Chicago, como indica el título) que comienza con la fuerza del “Fun” y el muy funky “Games” de Nat Adderley, con el saxo alto dándolo todo en solos sublimes frente a un público completamente entregado.

Joe Zawinul vuelve a hacer de las suyas en la mayor parte de la grabación a los mandos de un piano eléctrico Wurlitzer, demostrando el virtuosismo que cuatro años más tarde daría lugar a uno de los grupos más importantes del género: los “Weather Report”. De Zawinul es el tema que da nombre al álbum, y se inicia con una bella introducción de Cannonball que merece la pena reproducir:

“You know, sometimes we’re not prepared for adversity. When it happens sometimes, we’re caught short. We don’t know exactly how to handle it when it comes up. Sometimes, we don’t know just what to do when adversity takes over. And I have advice for all of us, I got it from my pianist Joe Zawinul who wrote this tune. And it sounds like what you’re supposed to say when you have that kind of problem. It’s called: mercy, mercy, mercy.”

Es en esta interpretación en la que un público participativo y ansioso de jazz, alcanza el éxtasis musical en una escena que es fácil imaginar: un salón abarrotado, con hombres y mujeres cerca del grupo, sudando todos la gota gorda, extenuados pero felices y moviéndose como si ese fuera el último concierto de sus vidas. Los gritos de ánimo hacia los músicos, el tarareo de los riffs y los silbidos y carcajadas espontáneas son capaces de trasladarte a aquel concierto. Todo esto unido a otros temas como el “Sticks” (que parece salido directamente de una second line de Nueva Orleans) le hicieron merecedor en 1967 del Grammy a la mejor interpretación instrumental de jazz.

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