Siestas

Siestas a ritmo de jazz

No recuerdo el día en el que me eché mi primera siesta. Probablemente aún era un adolescente «imberbe» a punto de terminar el bachillerato. Y digo probablemente, porque fue en el penúltimo año de instituto cuando comenzamos a disfrutar de los viernes sin clase de tarde. Días mágicos en los que comía en casa e ipso facto, me trasladaba al sofá de casa para una de esas «cabezadas» que podían prolongarse durante más de una hora.

Si mi memoria no me engaña (y no tengo ningún motivo objetivo para pensarlo), esto quiere decir que hasta el momento, he disfrutado durante las últimas dos décadas y media, de lo que sin duda es la costumbre «made in Spain» más universal. Y como podréis imaginar, tras entrenarme durante más de 20 años en el duro arte de dormirme mientras hago la digestión, no estoy pensando en abandonar precisamente ahora…que consigo batir mi propio récord cada día que pasa. Mientras las fuerzas me lo permitan y las circunstancias sigan mostrándose favorables, voy a mantenerme fiel a uno de los rituales más placenteros que conozco.

Por supuesto, ni todas las siestas son iguales, ni las que duermo ahora se parecen a ese sestear primigenio. Si hace unos años, podía dormir prácticamente sobre cualquier superficie y no necesitaba de ningún «estímulo especial» para caer rendido en lo brazos de Morfeo, es duro reconocer que ahora, salvo que me encuentre excepcionalmente cansado, no paso del suave dormitar si no consigo enfocar mi mente en cualquier otra cosa que no sea el ruido de mis propios pensamientos.

No soy el único, claro. Para muchos ese estímulo externo puede ser la narración monótona de la etapa del día en el Tour de Francia; para otros, la cadencia melosa de Matías Prats dando las últimas noticias y anunciando seguros; para los más «modernos», ese ruido blanco que invade los canales ASMR de YouTube. Yo, lo confieso, lo he probado todo: desde dejarme llevar por ese sucedáneo de océano y brisa marina que prometen algunas aplicaciones para móviles, hasta los dimes y diretes de telenovelas como «Amar es para siempre«.

Como no podía ser de otra forma, también he introducido el jazz en este ritual del dormir diurno. Los mejores clásicos, discos actuales, jazz de vanguardia…No he tardado en descubrir que, con la selección oportuna de temas, pocas siestas sientan mejor al cuerpo que las que se hacen a ritmo de jazz.

Los ingredientes «secretos»

No vamos a engañarnos. No se tarda demasiado en aprender a sestear a ritmo de jazz. Al fin y al cabo, lo principal, que es el dormir, ya lo tenéis casi todos bastante dominado. No esperéis por lo tanto aquí consejos revolucionarios. No seré yo el que os asegure que con Miles Davis se sestea mejor que con Dave Brubeck, o que con el «Free Jazz» de Ornette Coleman probablemente consigáis el efecto contrario al esperado. Lo único que puedo compartir es mi experiencia. Un dormir tranquilo en el que a fuerza de prueba y error he descubierto lo siguiente:

  • Un podcast puede ayudar a conciliar ese sueño vespertino… al principio. Una vez que el narrador nos ha anestesiado y la música ha conseguido que empecemos a roncar, el final de tema y la vuelta del locutor conseguirá interrumpir nuestro sueño de un plumazo.
  • Es mejor ir a lo seguro. No es este el momento de enfrentarse a las novedades del mes o a ese disco que nunca has escuchado. Mucho mejor en cambio es recorrer ese camino confortable y trillado, en el que conoces todos los temas. ¿«Kind of Blue»? Funciona como ningún otro.
  • Ni vanguardias estridentes ni ritmos frenéticos: los tempos medios, los compases 4/4 o incluso, 2/4 resultan perfectos para contar notas de la misma forma que en ocasiones, hemos contado esas ovejas imaginarias que nos dejaban roque.
  • «Súbete a las notas»: a medida que escuchas la música en tus auriculares o en el altavoz que te acompaña, centra toda tu atención en cada nota: explora su recorrido, siente tu textura…e intenta no pensar en nada más. De la misma forma que los gurús, de la meditación nos invitan a centrar nuestra atención en cada respiración, el sestear más jazzero tiene en el mirar de frente cada sonido que llega su único objetivo.
  • No te resistas: has llegado hasta aquí… así que deja que el jazz haga su magia.

No todas mis siestas son a ritmo de jazz; pero las que lo son, resultan maravillosas. Completamente descansado y con esa sensación de bienestar en el cuerpo que dejan los viajes tranquilos, al despertar me encuentro con las fuerzas suficientes para escribir un artículo como este y reírme por anticipado esperando leer vuestros comentarios. ¡Feliz siesta!

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