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Y Ambrose Akinmusire se coronó en Madrid

Sin aliento. Así nos quedamos la mayoría de los que tuvimos la suerte de acudir al concierto que Ambrose Akinmusire ofreció en JazzMadrid 21. En un teatro “Fernando Fernán Gómez” en el que no sobraba una butaca, el trompetista californiano demostró por qué es uno de los mejores músicos de jazz de su generación. Descubierto por Steve Coleman a los 17 años, ha pasado los 20 siguientes inmerso en una “búsqueda espiritual” a la que a una creatividad desbordante, suma sonidos nuevos, como sus conocidas colaboraciones con músicos como Kendrick Lamar y otros “totems” del Hip Hop actual. 

Arropado en Madrid por un cuarteto formado por Micah Thomas al piano, Harish Raghavan al bajo y el maravilloso Kweku Sumbry a la batería, Akinmusire es de esos músicos que huyen del barroquismo de los que acumulan notas porque pueden, para regalarnos en cambio un silencio interrogante en el que cada semitono tiene un significado que descifrar…si queremos…o simplemente, dejarnos llevar arrastrados, impotentes.

Pone el cuarteto en escena temas de sus dos últimos álbumes: el revolucionario “On the tender spot of every calloused moment” (2020) y Origami Harvest” (2018), lanzándose desde el primer momento a una suerte de bop para el siglo XXI, en el que destaca la profusión de tonos menores y un fraseo melódico apenas insinuado, casi siempre atonal y desafiante.

Ambrose Akinmusire

Así que no, el de Akinmusire no es el concierto al que irías acompañado con alguien que apenas ha tenido contacto con con el jazz, porque reconozcámoslo: su música no es amable, no es condescendiente, no es fácil. Y sin embargo, el de su trompeta es un sonido que te atrapa, que te lleva siempre al límite, atravesándote por completo.

Su sonido es casi siempre elástico , pero también “sucio” e imperfecto, como si en el momento de interpretar cada tema, Akinmusire partiese a la búsqueda de esa nota que siempre parece escaparse, a la que se llega medio segundo más tarde, y a la que cuando se está a punto de atrapar, se le vuelven a conceder unos compases.

A sotto voce cuando manda el jefe pero reclamando protagonismo en esos espacios en blanco, Kweku Sumbry despliega a la batería un arsenal infinito de recursos casi siempre delicados, con los que crea texturas densas, lienzos pesados sobre los que navega la trompeta de Ambrose y en los que el piano de Micah Thomas improvisa.

Gana el concierto con la estupenda acústica del Fernán Gómez, a la que se une un gran trabajo de iluminación con el que se crean paisajes sugerentes: ahora solo se ven las manos y la trompeta de Ambrose, ahora estallan luces rojas, ahora es luz cenital dorada la que parece dar un halo “místico” al conjunto, elevando la música e hipnotizándonos.

Cuando después de casi dos horas Ambrose se despide de Madrid, todos estamos en pie aplaudiendo, nos duelen las manos y seguimos pidiendo más. Así somos los humanos: nunca nos conformamos.

Foto de portada: MedusaJazz

Ambrose Akinmusire Quartet

Teatro Fernando Fernán Gómez – 27 de noviembre de 2021

Todavía sorprende la naturalidad con la que este músico de 39 años de edad sigue encajando el éxito. Señalado como una de las grandes esperanzas del jazz, Ambrose asume los reconocimientos como si no fueran con él. Originario de Oakland, California, estudiaba en la Berkeley School of Music cuando fue reclutado por los Fives Elements del alto saxofonista Steve Coleman. Al regreso de la gira que, junto a Coleman, realizó por Europa, Ambrose se alzó con dos primeros premios en los prestigiosos certámenes “Thelonious Monk International Jazz Competition” y “Carmine Caruso International Jazz Trumpet Solo Competition”. Estos galardones cambiaron su vida, aunque él dijese que los asumía como una parte más de su proceso creativo y de aprendizaje.

Hace ya algunos años, cuando visitó por vez primera nuestro Auditorio Nacional, Ambrose declaró proseguir en una etapa de felices descubrimientos. Afirmó no saber hacia dónde se dirigía su música, pero, en declaraciones a diferentes medios, mostró predilección por estilos tan diversos como el de los cantautores, el folclore escandinavo y también el hip-hop. Y ha sido esta última corriente la que, es evidente, le ha ganado la confianza en los últimos tiempos.

Akinmusire sigue pergeñando una nueva caligrafía para la trompeta y para el jazz. Y sigue insistiendo en la que, desde los comienzos, fue su máxima creativa y vital. Es demasiado parecida a la del idario de aquella canción de Bob Dylan, “Forever young”, como para no pensar que es idéntica. Por ello, sigue afirmando que los conceptos le sobran. Él solo precisa para crear ver nacer el sol cada día. – Programa oficial Jazz Madrid 2021

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