leonard cohen

La Policía del Jazz

En 1988 y en plena explosión del jazz fusión, Leonard Cohen publicaba «Jazz Police», un tema que formaba parte de su álbum «I’m your man» y con el que el genial cantautor, de alguna forma quería denunciar el espíritu un tanto contra-revolucionario o incluso reaccionario de algunas instituciones culturales y políticas de los Estados Unidos de Ronald Reagan. Así en «Jazz Police» Cohen cantaba lo siguiente en su estribillo:

Jazz police are looking through my folders . Jazz police are talking to my niece. Jazz police have got their final orders.

Jazzer, drop your axe, it’s jazz police

Leonard Cohen – «Jazz Police»

Posteriormente el artista canadiense confesaría en una entrevista que la idea de este tema comenzó a fraguarse durante las sesiones de grabación disco «Recent Songs», en el que estaba trabajando con la banda de fusión Passenger. A menudo y a «escondidas», los miembros de la banda introducían algunos fragmentos de riffs de jazz en los temas, algo que no acababa de convencer a Cohen y que aseguró que «tenía que vigilar».

Entre Cohen y la banda surgió el acuerdo de que si les pillaba tocando riffs de jazz (quintas o séptimas aumentadas es el ejemplo que daba) les llamaría la atención. Pero, al convertirse él mismo en un vigilante y tras trabajar la canción durante un tiempo, llegaron a la conclusión de que sería maravilloso titularla como «Jazz Police».

Los guardianes

Años más tarde, el término «Jazz Police» escapó de los límites impuestos (si es que había alguno) por la letra de Cohen y, de alguna forma, comenzó a estar asociado a los hermanos Marsalis (especialmente a Wynton), que como autoproclamados «guardianes de las esencias» declaraban que lo que hacía ese artista de moda no era jazz.

Famoso es ya en este sentido, el discurso que Marsalis ofreció en la ceremonia de los Grammys de 1984 y en la que al recoger el premio que le proclamaba como mejor artista de jazz del año, afirmaba lo siguiente: «Charlie Parker, Thelonious Monk, Louis Armstrong — all the guys who gave an art form to the American people that cannot be limited by enforced trends or bad taste.”

En fondo y forma, el objeto de su crítica eran los excesos del Jazz Fusión, pero es inevitable pensar que Herbie Hancock, que recogería esa misma noche cinco galardones por su «Rockit» estaba en sus pensamientos cuando pronunciaba esas palabras; por no hablar de un Miles Davis al que había comenzado a perder el respeto y al que desde luego, no mencionó como uno de sus maestros.

Más allá de esa noche, en 1985 tanto Marsalis como Hancock aceptaron la invitación que les hizo una revista musical para debatir sobre los límites del jazz, la fusión de géneros musicales y el omnipresente pop. La entrevista puede consultarse en «Keeping Time: Readings in Jazz History», que recoge grandes piezas periodísticas que, sobre el mundo del jazz, se han publicado en las últimas décadas pero también nos la resume Tim Bennet en su canal de YouTube. Echadle un vistazo porque más allá de su «rivalidad» merece realmente la pena.

En algunas ocasiones para bien y en muchas otras para mal, la policía de Marsalis no tardó en ganar adeptos, llegándose a polarizar la escena por ambos lados. Mientras que los más tradicionalistas eran incapaces de dar su brazo a torcer ante la más mínima innovación en el mundo del jazz, los más vanguardistas se apuntaron a un «todo vale» poniendo la etiqueta «jazz» a obras en las que el jazz ni está, ni se le espera.

Poli de barrio

Como el paso del tiempo hace milagros, pasados unos años en las que las posturas parecían irreconciliables, ambas partes comenzaron a tolerarse. Mientras que los primeros llegaban a admitir que efectivamente, el free jazz y otros movimientos afines podían calificarse como jazz (cosa que habían negado con contundencia), los segundos renunciaron a estampar el marchamo «jazzístico» sobre cualquier tema, afirmando que en general lo que hacían era música y que cada cual lo interpretara como quisiera.

Lo curioso sin embargo es que los policías del jazz más temibles nunca los hemos visto entre los propios músicos, sino que casi siempre se encuentran entre los aficionados. Desde la maravillosa libertad de expresión que dan redes sociales como Twitter o foros de opinión como Reddit, no es difícil leer cómo unos atacan a los otros. Algunos esgrimen (casi siempre con pocos argumentos) que tal obra no puede calificarse de jazzística; a los que otros, normalmente de forma torpe, responden atacando a los clásicos y deningrando la estupenda tarea de divulgación que hace Marsalis.

Que la policía del jazz existe, más allá de ese aficionado de Sigüenza que denunció el concierto de Larry Ochs, es tan real que hace poco una persona a la que considero entendida en música me comentaba que tras el fin del Bop lo que vienen son géneros bastardos en los que el jazz se diluye. 

Cuando me encuentro con este tipo de argumentos, que a menudo se expresan de una forma mucho más interesante que la expuesta por mi amigo, me entra la tentación de recurrir a Nicholas Payton, afirmar que, efectivamente «el jazz murió en 1959» y que soy de los que opino que si acordamos hablar de Black American Music tendríamos más que suficiente. ¿Pero sabéis qué? Me da mucha pereza.

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