Marco Mezquida

Marco Mezquida: una carta a Milos y de amor a la canción

Hace unas semanas os hablamos del nuevo trabajo de Marco Mezquida:«Letter to Milos». Un álbum que dedica a su hijo recién nacido y en el que reúne nuevamente al trío con el que grabase «Ravel’s dreams» (2017) y «Talismán» (2019), es decir: Aleix Tobias a la percusión y Martín Meléndez al chelo.

Nos cuenta Marco cuando le preguntamos precisamente sobre esta circunstancia, que el hecho que el haber sido padre recientemente «no ha hecho más que potenciar mi amor por la vida y la manera de sentir y de compartirla. Y por supuesto esa vitalidad y joie de vivre se refleja en la música, en forma de nuevas canciones o de improvisaciones aún más sentidas, intensas, cantadas, profundas, llenas de vida y de energía sonora sincera y vital».

Al mismo tiempo, al ser el primer trabajo que publica tras los peores meses de la pandemia y en un momento en el que (crucemos los dedos) la música en directo está de vuelta, explica que su «culto y amor por el concierto ha ido también in crescendo«.

En un «Letter to Milos» en el que se mezcla una amplia variedad de referencias y estilos musicales (jazz, son cubano, samba brasileña, blues, música clásica…) Mezquida destaca que más que un tributo a la clásica o al jazz, lo que brilla es «el culto a la canción, a la melodía cantada desde el piano sin voz ni letras, defendida instrumentalmente y con unos arreglos del trío particulares para cada canción».

Y aunque no niega que no puede renunciar a esas melodías jazzeras y clásicas sobre las que ha construido gran parte de su carrera, afirma que «el transcurso del disco es más popular más groovero, y allí es donde el jazz aparece, con esa fisura por donde se cuela, continuamente, la improvisación del momento».

Marco Mezquida

Hasta el Mediterráneo…y más allá

Que «Letter to Milos» suena a Mediterráneo como muchos de los álbumes de Mezquida puede parecer una obviedad…con la que sin embargo el pianista menorquín muestra cierta ambigüedad, en la que reivindica un horizonte cultural mucho más extenso: «algunos temas tienen aires más sudamericanos o cubanos, otros pueden beber de una profundidad y una sobriedad más nórdica, otras pueden sonar más africanas, y otras más mediterráneas, aunque del este al oeste del Mediterráneo hay un sinfín de culturas».

A Mediterráneo suena por supuesto el trío que que le unió a Chicuelo en ese estupendo «No hay dos sin tres» o incluso su más exótico «Live in Tokyo» en el que acompañó a Silvia Pérez Cruz en uno de los trabajos más especiales de su carrera. No es por supuesto, la primera vez que le preguntan si se espera un bis en un proyecto que siempre revienta las taquillas cuando se presenta.

«Silvia y yo hemos cultivado una relación musical y personal muy especial y única. Sentimos una conexión sincera que busca el vértigo y la sorpresa en el formato a dúo de piano y voz. Puede ser una música muy íntima y muy explosiva. Los dos años y medio que estuvimos girando a dúo cristalizó en el directo en el Blue Note de Tokio y ahora estoy finalizando los dos años de conciertos que hemos realizado con su banda presentando Farsa (género imposible). Estoy seguro de que en el futuro encontraremos la manera de volver a colaborar juntos».

Para un nuevo trabajo con Chicuelo en cambio, sí que se atreve a darnos una fecha y nos anuncia que en estamos momentos están preparando el repertorio de un tercer disco que presentarán a lo largo de 2023. «Chicuelo y yo somos uña y carne, desde el primer momento sentimos que nuestra conexión era especial y nuestro proyecto no tiene fecha de caducidad» nos confiesa.

© Miriea Miralles

El jazz no existe sin los músicos

De la conversación que mantenemos con Marco, nos quedamos entre otras cosas, con la defensa que hace del jazz como una música vida que «no existe sin los músicos» y en el que para que siga existiendo, el mestizaje y la mezcla de culturas juega un papel fundamental.

«Quizá es lo mejor que le ha pasado, porque hace que esa manera de entender la música esté viva por todo el mundo en músicos de muy diversas generaciones. Los músicos de jazz tenemos un bagaje común, el amor por la improvisación y por los standards de jazz y por la historia de los grandes músicos de jazz. Eso hace que rápidamente puedas conectar y tocar y entenderte con un músico de jazz japonés, sudafricano, americano, o del norte de Europa. Es una pasada. Es como una familia repartida por todo el mundo. Nos reconocemos, Y no importa ni la edad ni la raza».

En esa familia resulta imposible por supuesto que los clásicos que el recuerdo a los grandes maestros, no ocupe un lugar destacado. Y por ese juego de palabras, que en «Milos smiles» leemos como un guiño a Miles Davis, le preguntamos. «Miles es un referente por su manera de entender la música, por ser tan libre, por ser tan rupturista y no quedarse nunca en una etiqueta ni en un lugar acomodado, siempre explorando, siempre conectando con otros artistas fuera de su zona de confort, con una voz propia y un sello único, un lirismo y una manera de improvisar moderna con el conocimiento del clásico».

¿Y más allá de Miles Davis? «el lirismo de Lee Konitz, o los volcanes pianísticos de Bill Evans y Keith Jarrett; el chorro infinito y volcánico de Coltrane, Eric Dolphy y Ornette Coleman; la alegría de Chick Corea, Pat Metheny…por no mencionar a las cantantes como Shirley Horn, Ella Fitzgerald o Billy Holliday».

A dúo con Salvador Sobral

Músico de una actividad frenética, lo cierto es que a Mezquida se le acumulan los proyectos. Como sideman, acaba de acompañar a Manuel Fortiá el que es el primer disco del contrabajista catalán como líder: «Circular». Un álbum precioso y que pronto podréis ver en Caravan y que entre otras cosas supone el reencuentro de dos amigos.

«Manel y yo somos muy amigos desde hace siete años, grabamos un disco a dúo muy íntimo que se titula “My Old Flame”, y desde entonces siempre nos hemos cuidado y querido mucho. En este primer disco de Manel con su trío defiendo como si fuesen mías sus nuevas composiciones y es un trío muy especial junto a uno de los chavales más virtuosos franceses, el baterista Raphael Pannier».

Y por supuesto, hay mucho más. El próximo 23 de julio estrena un nuevo proyecto a dúo con Salvador Sobral: «presentaremos nuestro dúo en el festival Grec de Barcelona y esperemos que haya más conciertos en el futuro. Es un artista con una voz propia y una manera de entender la música con el que deseo encontrar interesantes caminos».

Y unos meses más tarde, esperamos ver una de las colaboraciones más esperadas del momento: la que le unirá al también pianista Moisés P. Sánchez en el Auditorio Nacional en un «duelo» que nadie debería perderse.

Lo que no veremos de momento es ese tributo que hizo a Beethoven junto a su cuarteto (Pablo Selnik, David Xirgu y Masa Kamaguchi). Mezquida presentó este maravilloso proyecto en 2020 para celebrar el 250 aniversario del nacimiento del compositor alemán pero la pandemia ha retrasado su publicación: «tengo el disco grabado, suena fabuloso y el cuarteto está muy vivo, pero aún no he encontrado el momento de publicarlo y encajarlo con el resto de publicaciones y proyectos que llevo acabo» nos confiesa. Lo esperamos con ganas.

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