Rosalía

Rosalía, Chanel y el jazz para las fieras

No suelo seguir muy de cerca la carrera de Rosalía. Pero reconozco que el pasado mes de febrero, que el titular “Saoko, jazz y motos para calmar a las fieras” comenzase a exhibirse de forma compulsiva en decenas de medios de comunicación anunciando el nuevo single de la cantante catalana, me llamó la atención.

Era un titular de diez: corto, potente y capaz de que cualquiera que tuviera un mínimo de curiosidad musical hiciese clic de inmediato. ¿El problema? Que aunque en “Saoko”, el primer single de “Motomami”, sí que hay motos (y muchas), tras escuchar el tema apenas si pude identificar dónde estaba ese jazz que se anunciaba. Tras escucharlo una segunda vez, concedí que en esos dos compases de siete segundos (entre el 1.25 y el 1.32) en los que se desarrolla un timidísimo arreglo de piano, debía estar el quid de la cuestión. Eso era todo.

Y si eso era todo, cuando en el conjunto del tema el jazz es menos que una anécdota, ¿por qué elevarlo a categoría de titular y utilizarlo como banderín de “enganche”? Asumiendo que los productores y el equipo de comunicación de Rosalía saben perfectamente lo que es el jazz (asumamos de los primeros, dudemos de los segundos), la razón debía ser publicitaria. Abonarse a ese cliché que sigue afirmando que el jazz es esa “música intelectual” que le da una pátina de sofisticación a cualquier música con la que se la mezcla. Es decir, puedes escuchar lo último de Rosalía en TikTok, pero también mientras lees “The Guardian” en el sillón orejero de tu casa.

El problema no lo tiene sin embargo el departamento de comunicación de Rosalía: tienen un “producto” que vender y saben perfectamente cómo hacerlo. Pero de los periodistas musicales, esperaba algo más que el limitarse a copiar y pegar el titular de la nota de prensa. Mascullaba en mi infinita ingenuidad, que escucharían la canción, llegarían a la conclusión de que es un estupendo tema (o no) que destaca por sus bases latinas y urbanas y escribirían en consecuencia. Me equivocaba. En lugar de eso, se limitaron a publicar la nota de la misma forma que el operario aprieta un tornillo en una fábrica y pasa al siguiente. 

Diría que unas condiciones de trabajo precarias, la escasa especialización que hay en la profesión (con redactores que un día escriben sobre la guerra de Ucrania y al día siguiente sobre la inflación) o incluso las presiones que pueden recibir “desde arriba” están en el origen del problema. Y sin embargo, para mí el problema también es de actitud: unos cuantos “para qués” que se juntan en la máquina de café, antes de decidir si el que acaba de escribir de jazz, ahora tendrá que hacerlo sobre la nueva novela de Milena Busquets o la última exposición de Néstor Sanmiguel en el Reina Sofía. Y como al que comunica mal a menos que no pise un callo a algún anunciante no se le exigen responsabilidades, “viva la vida y el mundo gira” que dicen en Telecinco. Total, “el jazz no le importa a nadie”.

Y si importa, es en algunas ocasiones para escribir piezas como “Chanel sorprende con la versión jazz de ’SloMo’” que hace unos días publicaban en RTVE. ¿Y qué nos encontramos? Un contenido descacharrante: el que lleva a los redactores a construir una noticia utilizando como “fuente informativa” un tuit, por eso de que a lo mejor pueden rascar algunas visitas y “viralizarlo”. Un “contenido” (no lo llamemos por favor artículo) que se basa en un vídeo realizado con un móvil en un concierto de la eurovisiva Chanel. Y un tuit que al menos tiene la dignidad de decir que lo que suena es “la versión acústica de SloMo”, porque lo del jazz es simplemente un invento del periodista. ¿Veis dónde está el problema?

Pero si esto es chocante y no pasa del chascarrillo gafapastil, tal vez resulta más preocupante cuando en algunos artículos supuestamente serios, los errores que se cometen son tan grandes que el jefe de sección tendría que estar dando collejas al periodista que lo firma durante varias semanas. En “José Luis «Kaele», un talento riosecano y gitano al piano, llamado a revolucionar el jazz” que publicaban en La Razón hace unos años, se afirma que el smooth jazz es “un subgénero que se fusiona con el rhythm and blues, el funk y el pop, e incluso el jazz libre”. Kenny G no podría estar más orgulloso.

Por supuesto que no está todo perdido. Y conozco a algunos periodistas que informan con rigor sobre lo que es el jazz y sobre lo que se mueve en torno a este género musical. Pero me da la impresión que los “Cifu” o los “Chema García” pertenecen a una época pasada; una en la que el oficio de juntar letras se hacía con rigor y profesionalidad y en la que daba gusto leer lo que escribían personas que de las que podías fiarte por completo. Les echamos de menos.

Rosalía, Chanel y el jazz para las fieras comentarios en «2»

  1. Me llamó mucho la atención cuando salió saoko lo del jazz que leí en varios medios. Y que conste que saoko me parece tres de los mejores minutos que se han hecho jamás en la música española y lo vamos a ver en las listas de lo mejor del año que se publicarán en unos meses. Pero ver jazz en eso…

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