Hiromi
Artistas, Conciertos

Hiromi with Strings

Hay ocasiones que un concierto puede pasar de lo previsible, incluso de lo rutinario, a lo extraordinario. De lo que barruntamos y creemos que vamos a escuchar y ver, a una colección de momentos mágicos. Y es que la Hiromi que se anunciaba en el cartel de “Villanos del Jazz”, la que venía a presentarnos su último álbum (“Silver Lining Suite”) de forma tan eficiente y disciplinada como susurran sottovoce quienes la critican con cierta malicia, tardó menos de tres minutos en meterse en al púbico en el bolsillo, demostrar que hace mucho que dejó de ser una “niña prodigio” y presentar un proyecto descomunal. 

Tres minutos decíamos, que son los que tras romper el hielo con “JumpStart”, pasó a presentarse en español, reírse con la naturalidad del que se lo pasa bien sobre el escenario y anunciar que a continuación tocaría sin descanso las cuatro primeras piezas que componen la suite y que en realidad, representan su corpus principal (el disco completo contiene nueve temas): “Isolation”, “The Unknown”, “Drfifters” y “Fortitude”.

Como tantos otros álbumes, el último de Hiromi es hijo de la pandemia y en este caso, representa el viaje emocional y espiritual que vivió la pianista: desde la angustia de verse encerrada en casa, a ese “nos haremos más fuertes” de las últimas semanas, pasando por esa terrible sensación de no saber qué nos deparará el futuro, o aprender a buscar esas herramientas que nos dan esperanza.

Vestida de naranja fuego y acompañada por un cuarteto de cuerda (dos violines, viola y chelo) Hiromi pasó la siguiente hora haciendo lo que mejor sabe: atacar el piano sin contemplaciones, ahora siguiendo la música pautada de los temas, ahora dejándose llevar (pero nunca de forma lánguida) sobre el cuarteto de cuerda, para acabar por darlo todo en esas pausas interclímax, en las que improvisar e incluso jugar con el piano, saltando de la banqueta y sobre el escenario e incluso, metiendo la mano en las tripas del instrumento para golpear las cuerdas o lo que desde luego la “policía del jazz” nunca perdonaría: el abandonar durante los momentos de improvisación y de forma deliberada, cualquier referencia al motivo principal del tema.

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El tono de las piezas se mueve entre la potencia lírica de las cuerdas, que igualan en protagonismo a Hiromi a lo largo del concierto (aunque siempre como conjunto y solo en ocasiones muy contadas como protagonistas individuales) y el virtuosismo de una pianista que es capaz de tocar 2.000 notas en 15 minutos, de los cuales aproximadamente la mitad se los pasa mirando a un público que no es capaz de creer ni en lo que está viendo, ni en lo que está escuchando. 

Pero el hecho de que este sea un proyecto de “jazz with strings”, ese género por el que tantos artistas han incursionado desde Charlie Parker, le sienta bien a una Hiromi que sin renunciar a ese barroquismo que la ha hecho famosa en todo el mundo, sí que es capaz de mostrarse algo más contenida. Y aunque sin duda nunca va a renunciar a cierta “exhibición gimnástica”(mira lo que soy capaz de hacer parece decir en ocasiones) también lo es que sobre las tablas del Pavón se compromete con el espíritu de suite que tiene la obra, con tramos de “menos es más”, que personalmente son los que más me hacen disfrutar.

Que no haya pausas entre esos cuatro primeros temas es sin duda una de las decisiones más acertadas de la noche; el encarar la obra como un todo que el público no solo ha de “saber interpretar”, sino también mostrarse dispuesto a dejarse llevar por una montaña rusa de emociones, que nos llevan desde la angustia y la amargura, a la alegría épica que celebra la vida; que el cierre de cada tema nunca sea previsible, y que la improvisación se muestre cuando casi nadie la espera, es la otra gran sorpresa de una noche que comentábamos al principio, nos regaló muchos momentos para recordar.

A la ovación que siguió el final de “Fortitude” le siguieron dos bises. El primero, el “Blackbird” perteneciente a su álbum “Spectrum” de 2019, una preciosa balada intimista que Hiromi interpretó sola al piano y que sirvió como contrapunto del despliegue de fuegos artificiales que habíamos vivido unos minutos antes, para ya que estamos en España, poner el broche de oro al concierto con su tema “Ribera del Duero” que llevó a las cuerdas a dar el máximo en cada instrumento. 

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