Immanuel Wilkins es uno de esos nombres ligados a la frescura y la originalidad en el jazz actual y en el club de jazz berlinés A-Trane hizo el pasado 4 de noviembre la presentación de su último trabajo en el marco del Jazzfest Berlin. El concierto arrancó con Warrior, un tema de alta tensión de su primer disco, trabajo al que dedicó principalmente ese primer set.
La potencia y el nivel de elaboración de la percusión, pero también el fraseo seguro y meditativo del saxo alto de Immanuel crearon una atmósfera envolvente, intensificada por el incienso colocado sobre la batería y por apenas dejar espacio a los aplausos, como si estos rompiesen un poco la magia del momento, la magia de una música de inspiración sagrada llevada al terreno intimista del club de jazz.
La variedad de recursos rítmicos y sonoros de Kweku Sumbry – el baterista del cuarteto de Immanuel Wilkins – resultaba tan excitante como solmene, recorriendo tanto pasajes de corte más jazzístico, con sus buenas dosis de swing incluidas, como terrenos más rompedores y frenéticos hasta coquetear con tempos y repicados más propios de una procesión o marcha: todo un ejercicio acrobático de alto nivel, que dejaba fácilmente al espectador sin aliento.
Si en algunos momentos los paisajes musicales se caracterizaban por la relativa simpleza y la concordancia de acordes con las frases melódicas del saxo alto, otros lo eran por tener un nivel de improvisación capaz de generar giros potentes y emocionantes, como si más allá de la ejecución profesional llegasen en un tránsito colectivo a conseguir invocar al duende de las músicas de raíz, el duende que conmueve y emociona. La huella de la música de congregación y servicio religioso de las comunidades afroamericanas se percibía como trasfondo y herencia en esta música, pero como propuesta artística va mucho más lejos entrando en paisajes sonoros complejos con un nivel de detallismo y elaboración inspirado en muchas fuentes de la música negra de Estados Unidos.
Con trazos que podían evocar al saxo de John Coltrane, e incluso a Charlie Parker, la propuesta artística de Immanuel Wilkins no deja de ser en mi opinión una propuesta acorde con los tiempos que corren. Y en ese sentido la carrera de Immanuel Wilkins promete no solo por su talento demostrado tanto en sus discos como en el directo, sino por la promesa de grabar en el futuro más trabajos colaborativos, como los que ya han demostrado la especial sensibilidad del artista para encajar y aportar elementos esenciales al trabajo creativo de otros colegas.
El segundo set arrancó rápidamente los aplausos con la presentación en directo de Emanation, el primer tema de su segundo disco, a la que le siguió Fugitive Ritual, Selah para seguir recorriendo el trabajo de The 7th Hand dejándonos con la sensación de que el tiempo se para cuando el artista sopla su instrumento.
Personalmente me pareció que la forma de tocar de este cuarteto es original; que parece pretender huir de la complacencia del ego con una puesta en escena colaborativa que no se basa en el derroche de virtuosismo sino en la capacidad de transitar de manera natural tanto aguas calmadas con motivos melódicos fácilmente reconocibles hacia paisajes más frenéticos cargados de semifusas, y luego ser capaz de volver de forma coherente a esas pequeñas melodías de pocas notas en las que se reconoce la mano de Immanuel Wilkins.
El concierto no fue solamente una delicia por la capacidad interpretativa del cuarteto; también por contar con un público entregado y muy respetuoso con la música en un espacio reducido que invita al recogimiento y a compartir la experiencia de manera colectiva, y apretada. El A-Trane es un club de jazz que existe desde 1982 en el Berlín Oeste, en el barrio de Charlottenburg; un espacio amable y cálido donde se puede disfrutar de la cercanía del público con el artista. La única desventaja de un espacio tan reducido es la distorsión que produce estar sentada tan cerca de un instrumento tan rotundo como la batería, que le hacía algo de sombra al resto de instrumentos del combo, especialmente a la ejecución al piano casi tímida de Micah Thomas. Pero esas son las particularidades del directo, y cada espacio tiene las suyas.
El concierto ha formado parte de la programación del Jazzfest Berlin, uno de los festivales de mayor recorrido en Europa, que en un par de años cumplirá su 60 aniversario y que en la actualidad celebra el jazz contemporáneo en diferentes espacios y de diferentes orígenes en la capital alemana.
Me encantan las reseñas,os seguire,gracias
¡Muchas gracias Pere! Saludos desde Berlín