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Julian Lage y la belleza

No pude asistir al concierto que dio Julian Lage en Madrid el año pasado. Tuvo que ser memorable. Y no porque lo diga yo, sino porque Danilo Bustamante, caravaner de pro y un jazzero que perfectamente puede asistir a más de 60 conciertos cada año, me aseguró que sin lugar a dudas, el del guitarrista americano había sido el mejor bolo que había visto en 2021. 

Así que cuando los chicos de Villanos del Jazz anunciaron hace unos meses que Julian Lage repetiría en Madrid, lo primero que hice fue despejar mi agenda, hacer clic en “comprar entrada”(dicen que las acreditaciones las carga el diablo) y asegurarme de que esta vez nada iba a impedir que me clavase en la butaca. Tras triunfar el año pasado con “Squint” (su primer trabajo para Blue Note), Lage llegaba a Madrid con esa preciosidad que es View with a roomy en cuya grabación ha colaborado ese otro gigante de la guitarra que es Bill Frisell (no os perdáis “Four” su nuevo álbum). 

En el teatro Pavón, a Lage se le esperaba junto a Jorge Roeder al bajo y al baterista y fundador de The Bad Plus, Dave King. Así que cuando se apagaron las luces y estallaron los aplausos de rigor, el trío decidió comenzar a calentar la noche con “Temple Stemps”, blues central de su último disco y que no tardó ni tres minutos en convencerme de que Danilo no se equivocaba. Muy mal se tenía que dar a partir de ese momento la noche, para que la siguiente hora y media no fuera para recordar. 

Y vaya si lo fue. En primer lugar, porque Lage demostró que muy pocos guitarristas tienen esa maravillosa capacidad de pasar del jazz al country, del blues al R&B, y de ahí al funk e incluso al rock clásico, haciéndolo siempre bien. Y en segundo lugar, porque aunque el guitarrista americano tiene una técnica más que depurada, es sobre todo un compositor de canciones. Un cantautor que no canta, que deja a otros las exhibiciones gimnásticas y se centra en lo importante: contar historias, como la de esa vista que se divisa desde una diminuta habitación en un piso 27 de un rascacielos de Nueva York.

A diferencia de otros guitarristas, que hacen de su virtuosismo sobre distintos instrumentos parte del show que quieren dar en directo, a Lage le basta su clásica Fender para construir un sonido que puede recordar en ocasiones a clásicos como Wes Mongomery o Jimmy Hall, pero que acaba convirtiendo en algo con firma de autor. Y es que como ocurre con artistas como James Brandon Lewis o Avishai Cohen,  la música de Lage pertenece a la categoría de las que se las reconoce con los ojos cerrados, apenas suenan los primeros compases.

Julian Lage

Dice uno de los diccionarios que he consultado, que la belleza “es la cualidad de una persona, animal o cosa capaz de provocar en quién los contempla o los escucha un placer sensorial, intelectual o espiritual” Y, si admitimos que la música es una “cosa”, no exagero nada si afirmo que el concierto de Lage ha sido sobre todo eso: bello. Bello hasta casi llorar.

Porque no sé si es que esa noche estaba especialmente sensible, pero me cuesta recordar otro concierto que en los últimos años me haya producido esa emoción de flor de piel de forma constante; o que temas como  “Tributary” (con el que precisamente se abre “View with a Room”, me transporten a lugares que creía olvidados. Tampoco recuerdo últimamente conciertos con esa comunión con un público, tan completamente rendido, que a fuerza de aplaudir llegando incluso a interrumpir varios temas, se convertía en un instrumento más de la banda. Y no importaba si se arrancaba con un nuevo blues como “Boo’s Blues”, se lanza al lirismo de “Auditorium” o al remolino de “Chavez” porque todo sonaba fresco, original y sobre todo, cercano. 

Pero hablemos también de la banda.  A estas alturas, pocos pueden negar que David King se ha convertido en uno de los mejores baterías de la escena. Tremendamente plástico, mostró una amplitud de miras que proyectaban el vuelo de Lage, y se convirtió en el gran cómplice de la noche de un guitarrista con el que firmó varios diálogos en sus solos, además de colchón perfecto para un Jorge Roeder que hizo ni más ni menos que lo que un gran líder esperaría de su contrabajista sobre el escenario. 

Que los tres no solo se limitasen a tocar, sino que compartieran bromas privadas y se rieran junto a sus instrumentos habla además maravillosamente de una formación que se encuentra casi más a gusto sobre el escenario que en el estudio de ensayo. Tan cómodos que tras una hora de concierto, Lage ya relajado por completo, se tomó el lujo no ya de improvisar en sus temas (algo que se presupone en el jazz), sino directamente experimentar con sonidos e ideas nuevas, como si de alguna manera pudiésemos asomarnos a sus momentos más íntimos de libertad creativa. Pequeños experimentos “sin importancia” con los que “desafiaba” a la banda, arrancaba nuevas sonrisas y nos transportaba de nuevo hasta tierras sureñas.

Diremos (porque nos lo pide la cabeza y no las sensaciones que tenemos tras el concierto) que resulta muy arriesgado afirmar que Julian Lage es el guitarrista de jazz del momento, sobre todo cuando “vacas sagradas” como Pat Metheny, Bill Frisell o John Scofield siguen estando más que en forma, pero no creo que me equivoque al afirmar que pocos guitarristas de su generación son capaces de volar tan alto, con tanta versatilidad.

Fotografías: MedusaJazz

Julian Lage y la belleza comentarios en «2»

  1. Una absoluta maravilla de concierto! Es un músico en estado de gracia y no puede estar mejor acompañado. Recuerdo en concreto la interpretación de Nocturne, casi se cae el teatro.

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