Desgarro, M-Base y África en el concierto de Steve Coleman

Hablar de Steve Coleman es hablar de palabras mayores. No solo porque es uno de los mejores saxos altos de las últimas cuatro décadas, sino porque también es uno de los mayores improvisadores de la historia del jazz y piedra angular del movimiento M-Base. Acompañado por sus Five Elements, aterrizó hace unos días en el Festival de Jazz de Madrid, con la intención de volver a conquistar a un nutrido grupo de fieles, de los que se entregan desde el primer minuto. Y es que con Coleman no valen las medidas tintas: o conectas desde el principio con su propuesta artística y con los principios que promulga desde hace casi medio siglo, o estás perdido.

Que programar a Coleman es arriesgado, tal vez fue lo que llevase a la organización a reservar su concierto a un espacio más pequeño como es el Centro Conde Duque, un escenario acústicamente bastante más limitado que el Teatro Fernán Gómez; un recinto quizás más íntimo, pero también algo desangelado para disfrutar de un concierto como el que Coleman llevaba a escena, basado en gran medida en ritmos trepidantes, fraseos que cortan el aire como cuchillas y la evocación constante a la diáspora africana.

Al saxofonista le acompañaban en esta ocasión el trompetista Jonathan Finlayson , el baterista Sean Rickman, Anthony Tidd al bajo eléctrico y MC Kokayi como vocalista, probablemente la sorpresa más grata de un concierto en el que, salvo un tema en el que Coleman decidió experimentar alargando lánguidas las notas de su saxo sin ningún tipo de acompañamiento, se desarrolló casi siempre al ritmo acelerado que marcan los tiempos.

Steve Coleman

Cuenta el propio Steve Coleman que M-Base no representa un estilo musical concreto, sino que en realidad, implica expresar su propia experiencia a través de una música que utiliza la improvisación y la estructura como dos de sus ingredientes principales. El objetivo asegura, es no imponer ningún límite en el tipo de improvisación o el tipo de estructura que se va a desarrollar sobre el escenario, sino que una vez que el concierto inicia, a través de un marco referencial común a todos los músicos, expresar creativamente sus propias experiencias.

En este sentido, si generalmente el tópico afirma que ningún concierto de jazz es idéntico al anterior, en el caso de Steve Coleman las diferencias se agrandan…y aunque la base puede ser común en todos los que conforman una gira, la experiencia para el que escucha puede resultar completamente nueva en cada uno de estos.

Pero lo que no puede hacer sin embargo Coleman es negarse a sí mismo, o renegar de su propia experiencia, así que sobre las tablas del Conde Duque escuchamos muchos de esos elementos que lo hacen reconocible: las bases asincopadas de álbumes como “Rythm People”, aires de ese jazz cubano que plasmara en su colaboración con el colectivo AfroCuba de Matanzas e incluso esos liks inspirados por la música de Charlie Parker que ocasionalmente introduce mientras improvisa.

Especialmente en la voz, pero sobre todo en el rapeo hipersónico de MC Kokayi expresaba la formación de Coleman ese crisol de músicas y rabia acumulada que se escucha en la mayoría de los guettos de las grandes metrópolis de África: cadencias que recuerdan a Soweto o Kibera, trepidantes ritmos urbanos tremendamente alejados de esa otra “música urbana” que invade las plataformas de streaming y las discotecas. Música áspera y directa que no busca la complacencia o el “ensoñamiento lírico”, sino que apunta al aquí y ahora a través de estructuras incómodas y descarnadas.

Steve Coleman

Estructuras como las que trae directamente desde su “Live at the Village Vanguard II”, en las que se exploran nuevos terrenos en el uso de prácticas de interpretación no lineales, módulos espontáneos y pre-compuestos o células motívicas que pueden tocarse en cualquier orden, permitiendo a cada músico saltar espontáneamente hacia delante o hacia atrás a diferentes secciones (incluso entre composiciones), resaltando diferentes estratos de la música y reinventando la forma de manera completamente interactiva en cada actuación.

Un concierto en definitiva tan intenso que llevó a más de una persona removerse incómoda en su asiento, mientras que muchas otras seguían el ritmo con hombros, con palmas y manos, repitiendo finalmente de forma coral los motivos que proponía Coleman desde el escenario. Un “eooo” eterno, acompañado por sonidos perscusivos, tan solo ensombrecido por un bis final, que por mucho que el público pedía insistentemente aplaudiendo y jaleando, nunca llegó.

Desgarro, M-Base y África en el concierto de Steve Coleman comentarios en «2»

  1. acústicamente para el jazz, conde duque me parece superior al Fernan Gómez, por mucho, o tuve mucha suerte en el concierto de Rudesh Manhappa hace unos años

    1. No sé si te refieres a lo mejor en el patio o en otro espacio dentro del centro… nosotros estuvimos en el auditorio y sin duda el Fernán Gómez es muy superior.

Deja un comentario

Escribimos en Caravan