Samara Joy

Huracán Samara (Joy)

Suele pasar la categoría de jazz en los Premios Grammy sin que nadie (o casi nadie) se percate de su existencia. Basta un vistazo a la página oficial de la organización para darse cuenta que hay que hacer un verdadero esfuerzo para encontrar los nominados y ganadores de un estilo musical que, sin embargo, es considerado por muchos, como la mayor aportación que ha hecho Estados Unidos al mundo de la cultura.

Y sin embargo, algo ha cambiado este año. A los clásicos que suelen ocupar las nominaciones en las categorías de jazz (sin muchas novedades en el frente), se le sumaban en la categoría de mejor nuevo artista, dos de las sensaciones jazzísticas del último años: el dúo formado por DOMi & JD Beck y la vocalista Samara Joy. 

Pocos se esperaban que finalmente Samara Joy se alzase con el premio. Una joven de 25 años que cantaba jazz clásico con un estilo casi calcado al de Sarah Vaughan (no en vano, ganó el Concurso Vocal Internacional de Jazz Sarah Vaughan en 2019), se convertía en la artista revelación tras triunfar con su segundo disco, “Linger Awhile”, a la vez que obtenía un segundo Grammy en la categoría de mejor álbum de jazz vocal. El triunfo de Samara es especialmente relevante si tenemos en cuenta los nombres de las artistas (todas mujeres) a las que la academia había reconocido como talento emergente en las anteriores seis ediciones: Alessia Cara, Dua Lipa, Billie Eilish, Megan Thee Stallion y Olivia Rodrigo.

Desde entonces, la locura. El disco comenzó a subir como la espuma entre los más escuchados en plataformas (tiene poco sentido hablar de los más vendidos) y Samara comenzó un periplo televisivo que la llevó a actuar en el mítico “The Tonight Show” de Jimmy Fallon, donde interpretó la preciosa “Guess Who I Saw Today” que popularizaran intérpretes como Nancy Wilson o Carmen McRae a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta del siglo XX.

De Sarah Vaughan a TikTok

Como la de otros muchos otros artistas, no puede entenderse la carrera de Samara Joy, sin comprender unos orígenes que están íntimamente relacionados con la música. Nacida en 1998 en el neoyorquino barrio del Bronx, desde su infancia atesora un linaje musical que se remonta a sus abuelos Elder Goldwire y Ruth McLendon, ambos componentes del grupo de gospel de Filadelfia “The Savettes”, y pasa por su padre, cantante, compositor y productor que hizo giras con el artista de gospel Andraé Crouch.

A medida que comenzó a interesarse por la música, dio prácticamente todos los pasos que cabría esperar, cantando en la iglesia y luego con la banda de jazz de la Fordham High School for the Arts, con la que ganó el premio a la mejor vocalista en el concurso Essentially Ellington de la JALC. Más tarde y tras matricularse en el programa de estudios de jazz de SUNY Purchase y ganar el concurso Sarah Vaughan, se vio rodeada de algunos de los mejores padrinos que en el mundo del jazz uno podría imaginar: Chistian McBride, Bill Charlap o el legendario pianista Barry Harris.

Lo más interesante de Samara Joy, además de su innegable calidad como artista, es cómo ha conseguido conectar con un público joven sin renunciar a mantenerse en la esencias del jazz. A diferencia de tantos otros artistas de los que hemos hablado en Caravan y que han apostado por actualizar el lenguaje del jazz y meterlo en la coctelera de nuevos ritmos urbanos y otros estilos, Samara mantiene siempre a la vista esa tradición que ha aprendido en casa. 

Y ahí están en este segundo disco, «Sweet Pumpkin», un tema de Ronnell Bright interpretado por artistas como Blue Mitchell o Gloria Lynne, o «Can’t Get Out Of This Mood», que Samara explica en su página personal, que descubrió en una colección de rarezas de Sarah Vaughan. Eso por no hablar de la versión que hace del “Guess Who I Saw Today», popularizada originalmente por Nancy Wilson o su interpretación del «‘Round Midnight» de Thelonious Monk y en el que en lugar de la letra tradicional canta la de Jon Hendricks.

Con estos mimbres tan “anclados en el pasado”, si queremos decirlo de alguna forma, ¿cómo ha conseguido conectar con audiencias acostumbradas al consumo rápido, al single de Spotify y que vibra con Rosalía y C-Tangana, mientras que desconoce prácticamente todo de grandes vocalistas contemporáneas como Veronica Swift, Cecile McLorin Salvant o Jazzmeia Horn?

La clave podría estar en TikTok. Aunque es cierto que hay muchos aristas en el mundo del jazz que de forma más o menos frecuente se asoman a Instagram, pocos (por decir algo) se han atrevido con la red social preferida por los más jóvenes. Y es ahí donde sus más de 390.000 seguidores, la descubren casi a diario no solo cantando, sino como una chica parecida a ellos, con sus propias preocupaciones vitales, en una lucha diaria en la que estas mismas generaciones se reconocen, a la vez que conectan con un lenguaje musical que pensaban que habían olvidado pero que siempre ha estado ahí, deseando que lo aprendan.

«Creo que quizá la gente conecta con el hecho de que no estoy fingiendo, de que ya me siento integrada en ello», dice Samara. «Quizá soy capaz de llegar a la gente en persona y en las redes sociales porque es real, no pretendo nada” asegura. Tal vez sea así. Tal vez haya cada son más las personas que se cansan de escuchar las idénticas voces procesadas y los grandes éxitos de auto-tune. Y quizás, como dice Samara, descubren que también en 2023, se puede seguir disfrutando de artistas auténticas, sin aditivos de ningún tipo, por mucho que de momento, aún no haya demostrado todo un potencial que esperamos que se manifieste en un próximo disco con sus propios temas. 

Huracán Samara (Joy) comentarios en «3»

  1. Hola Rudy,

    un detalle que da más significado aún a la conexión natural de Samara Joy con sus fans: al igual que su high school, SUNY Purchase, su College, es una institución pública. Eso en EE.UU. es segunda o tercera división, por mucho que cuente con muy buenos profesores.

    Ya lo explica la propia Samara: su familia no tenía dinero para enviarla a una Julliard o una Berklee. Y tampoco tenía un historial académico para conseguir una beca.

    Estos orígenes, tan corrientes, su falta de vanidad, su timidez tan evidente, la sensación de que ella misma aún se está conociendo, de estar sorprendida consigo misma… La hacen irresistible para el público sobre el escenario.

    Si canta jazz clásico, de formato instrumental minimalista, es por decisión personal suya. Decisión íntima, ajena incluso a su propia experiencia vital o su entorno. Y eso también la hace más irresistible. Autenticidad. En jazz no hay nada más que se necesite demostrar.

    Para un viejísimo aficionado al jazz como yo, escuchar a una chica de 23 años que reivindica la vigencia artística de las grandes divas del jazz, sin más armas que su voz desnuda, y sin recurrir a dramatismos, ni efectos «especiales», es un placer mayúsculo.

    Por supuesto, su carrera comercial y musical está por escribirse. Y tendrá sus altos y sus bajos, como la de todos. Ella no va a «popularizar el jazz», ni falta que le hace ni a Samara Joy, ni al jazz.

    Un abrazo

  2. Es loable que una cantante afroamericana sea mencionada y obtenga un Grammy, sin embargo, desde mi perspectiva sigue existiendo un pensamiento bastante conservador en el jazz. Las formas tradicionales, accesibles y no arriesgadas imperan en estos premios.

    Que tanto esto hecho no representa mas que un apropiamento a conveniencia de la Industria del Entretenimiento de la Música, que tanto responde a esta necesidad de vender y obtener ganancias, que tanto no es un logro, sino un retroceso para la música negra y el jazz. No demerito la voz de esta joven cantante, lo que reflexiono, es sobre la continuación de la tradición. Ya se ha escrito sobre el lastre que puede ser la constante del fenómeno del «eterno retorno», por lo tanto el pasado deber ser una referencia, no para anclarse, sino para crear el futuro. Al igual voces más abiertas y reflexivas consideran desde años, que el jazz es una música del futuro, porque no se ancla, sino va hacia adelante, aunque una parte, tanto escuchas, músicos, marcas, medios, etc.. se empecinen en la tradición.

    Steve Lacy, Dizzie Gillespie, entre muchos, ya lo mencionaban , lo siguen haciendo, hay que saber de donde venimos para ir hacia adelante. Un pie en el pasado y otro en el futuro.

    El otro problema de los Grammys es esta reiteración de elegir cual es el mejor, esa constante y estúpida competencia. Una referencia tradiciónal sobre esto, es la revista Down Beat con su nefasto chauvinsimo y su calificación a grabaciones con el puntaje de 1 a 5 estrellas, que muchas revistas han seguido en este esquema. Existen tantas propuestas a nivel mundial, incluyendo en el país de nacimiento del jazz; muchas de ellas disruptivas. En este sentido recuerdo a la revista La Tempestad en México en uno de sus números, en vez de proponer 1 disco, propone una selección de 100 discos a escuchar, seleccionados por Ajay Heble eDirector Artístico del Festival de Guelph en Canadá, la respuesta contracorriente al famoso Montreal, cada vez más comercial y conservador. Adicionalmente se incluye una entrevista deliciosa con Heble.

    Seguiré participando …
    Saludos

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