El pianista malagueño Jose Carra es uno de los músicos de jazz españoles más creativos de su generación. Su enfoque musical fusiona elementos de la música clásica y el jazz, mientras incorpora influencias de estilos diversos como el rock, el pop, la electrónica y la música popular.
Su obra se caracteriza por la habilidad de combinar estas influencias de manera innovadora y única, creando una experiencia tremendamente original y en la que no se puede dar casi nada por sentado. Su último disco “Satélite” es una rara avis en un mundo donde la prisa y velocidad amenazan con ganar la partida, y exige al que escucha el poner los cinco sentidos en cómo unos temas entroncan con otros proponiéndonos un viaje circular. En 2023 este trabajo le ha valido ser reconocido en los Premios Guía del Jazz.
«Carra es uno de los músicos más bien preparados, versátiles y creativos de su generación en España». Que diga esto de ti alguien como Jorge Rossy no es cualquier cosa.
JC: Es maravilloso que diga algo así de mí. Para mí eso es lo que más vale. Como también decía Paco de Lucía “nosotros tocamos para los músicos”. Al final, lo que más valoramos es el reconocimiento de nuestros compañeros o más aún, si además es un ídolo máximo como Jorge Rossy.
Os podrían decir entonces que corréis el riesgo de hacer música para los músicos y no para el público…¿existe esa tentación?
J.C. Personalmente me quedo más contento si a un músico le gusta lo que hago, que si me felicita alguien que de repente viene al concierto sin saber muy bien qué es lo que acaba de ver; por mucho que también valoro muchísimo que le guste al público claro, especialmente en este caso, que nuestra música es bastante asumible para gente que nunca ha escuchado jazz o personas que nunca han estado expuestas a este tipo de sonidos.
Siempre te gusta por supuesto que te reconozcan pero si el que lo hace es una persona a la que admiras, te llega más claro.
“Satélite” es un disco fantástico, que en el buen sentido se aleja del jazz tradicional… En Satélite se sumergen en un sonido más ecléctico, si cabe, con melodías elaboradas, una base cercana a la electrónica e incluso al rock. ¿Nunca te ha dado miedo la policía del jazz?
J.C: Hay un disco que grabé en 2012 con DJ Foster y con Ramón Prats a trío, que incluía standards y algún tema mío, pero en el que me daba un poco de miedo meterme más en mi propia música, porque de alguna forma pesaba ese respeto por estar alineado con la tradición.
Pero cuando hice el disco de “Camino” en 2014, me dije ‘oye voy a meter una orquesta de cuerdas…y voy a hacer esto… y esto otro..’ incluso tuve un ataque de ansiedad y le dije a un amigo: creo que no hay vuelta atrás.
Voy a hacer lo que quiero hacer de verdad. Sin pensar…¿qué festival de jazz va a programar esto? Pero en cambio, fue tomar esa decisión y descubrir que la gente conectaba mucho más con lo que estaba haciendo. Y al final se demuestra que si eres sincero contigo mismo, llegas más lejos. Si además tienes en cuenta que tengo 40 años y mil millones de canas, me da igual todo (se ríe).

Te has quitado el peso de la etiqueta de jazz…lo cual no siempre es fácil en España
J.C. Creo que sí. Yo tengo muchísimos colegas que se dedican básicamente a tocar standards y jazz tradicional. Pero creo que también es algo que está en el músico y lo que le rodea.
Yo de pequeño he escuchado clásico, me encantaban “Los Panchos”, pero también “Nirvana”…y lo pongo todo en la misma balanza. Si por otro lado hay alguien que está más enfocado en el “jazz a muerte” es normal que tenga ese sonido más clásico. Pero yo no tengo ese “miedo”. Desde pequeño me gustaba el rock, siempre he querido tocarlo y ahora que puedo hacerlo, lo hago.
Hablando de cómo eras de pequeño, ¿cómo empezaste a tocar el piano e interesarte por el jazz?
J.C. Empecé con la guitarra en clases extra-escolares. Pero antes que eso, daba clases de Karate en las que me pegaba todo el mundo…Así que de repente dije a mis padres que yo quería hacer otra cosa, que quería tocar la guitarra eléctrica.
Y así empecé con las monjas hasta que un profesor les dijo a mis padres que yo tenía buen oído, que merecía la pena apuntarme al conservatorio. Empecé con el piano y me quedé ahí. Hice superior de composición, clásico contemporáneo, algo de dirección de orquesta…pero en realidad mi formación la terminé en la calle tocando con los compañeros.
En “Gödel, Escher, Bach: un Eterno y Grácil Bucle (Douglas R. Hofstadter) el libro que has usado como inspiración para tu disco, el autor dice: “Me di cuenta de que Gödel, Escher y Bach eran solamente sombras dirigidas en diversas direcciones de cierta esencia sólida central. Intenté reconstruir el objeto central, y llegué con este libro.» En tu caso.. ¿Cuál es el cuerpo central de “Satélite”?
J.C. Creo que son las relaciones entre nosotros cinco como músicos , personas y amigos; esas relaciones que también ocurren en la música a veces, en las que cada vez el grupo se abre más, o cómo en directo, los solos ya no siguen siquiera una estructura armónica.
Eso, unido a las órbitas de conexiones entre acordes, conexiones entre temas, temas que se pueden leer al revés incluso…todo parte de algunos conceptos que se abordan en el libro, como los palíndromos, las paradojas, las cosas que te conducen otra vez al principio. Es un tema que me planteo mucho, la estructura no solo del disco, sino también incluso cómo puede conectar con otros discos anteriores.
Fue una alumna muy “friki” la que me habló de este libro. Me lo leí en el verano de la pandemia. Y recuerdo estar en la playa, y aunque hay mucho de matemática y de lingüística que me resultaba totalmente incomprensible, me gustaba. Creo que ese no comprender hizo que me interesara todavía más.
Hay una relación clara entre matemáticas, lingüística y música…
J.C. Totalmente. Es el mismo tipo de comunicación. Y tenemos temas que están basados literalmente en fórmulas físicas, mientras que otros son más metafóricos.
Es un disco no solo largo, sino que además destacas que en cada tema hay un movimiento circular o de satélite conecta con los demás… en tiempos de Tik-Tok y de vídeos de un minuto… ¿dónde queda ese sentarse a escuchar, a analizar, a entender y disfrutar a otro nivel?
J.C. El otro día en Bilbao estaba buscando cómo definir el disco y me salió “suicido algorítmico”. He trabajado con agencias de publicidad que me decían, no mira, nuestros estudios dicen que las personas no pueden mantener la atención sobre un vídeo durante más de 15 segundos. Y es a lo que vamos.
Me acuerdo que estuve escuchando el último disco de Rosalía, y me di cuenta que había temas que duraban poco más de un minuto. Es como que el formato de consumo se está imponiendo a a propia creatividad del artista. Pero es que es algo que en este caso yo no puedo hacer. Sí que puedo meter un tema “metal” pero no limitarme, por mi propio bagaje, a esto. Necesito trabajar mucho el material para que tenga sentido para mí. Probablemente mi disco a nivel de reproducciones, que es lo que parece que se mide ahora, sea una mala idea.
Pero todo vuelve y lo mejor dentro de un tiempo hay una reacción a estas cosas tan cortas. Pero aunque no lo parezca, a mí también me toca adaptarme al formato de disco, no es que esté haciendo una ópera de 4 horas.

En todo caso esa capacidad de atención de escuchar un disco como el tuyo que supera claramente la hora, se ha perdido.
Totalmente. Sentarse en la playa o en cualquier sitio simplemente a escuchar música se ha perdido. A mí me ha pasado y me interrumpían, me preguntaban si estaba bien, si me pasaba algo. Solo porque estaba escuchando, con mis auriculares y no hacía otra cosa. Parece que si no eres multi-tarea entonces hay algo que no marcha.
Es tu primer disco en quinteto creo recordar, mientras que estás más curtido en el trío…e incluso en solitario. ¿Te gusta más estar arropado o el vértigo de la soledad?
Es verdad que en los últimos diez años he estado centrado en el trío. Y es verdad que este disco es más “sinfónico” por ponerle una palabra. Es un disco más coral. Lo del solo ha sido casi auto-imposición. Justo cuando vino la pandemia yo iba a grabar “Satélite”, pero claro no pudo ser.
Y bueno por un lado me vino “bien” porque pude trabajar mejor todo el concepto de “Satélite” y por otro lado, ese tiempo me permitió grabar “Santuario”. Y de alguna forma eso me dio impulso para descubrirme en esa faceta (piano solo) porque aunque había tocado algo en solitario, nunca había grabado así… lo que me ha llevado además hace poco a hacer una gira de 4-5 días solo y ha sido guay…me ha servido también para aprender. Me ha dado de alguna forma descubrir una libertad que en conjunto, muchas veces no puedes tener.
Ahora bien, para mí la música es más de recibir que de dar. Y cuando estamos en grupo, creo que nos pasa a todos, estamos más pendientes de escuchar lo que hace el otro que proponiendo. Y creo que eso hace que me lo pase mejor tocando con gente que solo, por mucho que también lo disfrute.
En ese trío te juntas con Bori Albero (contrabajo) y Dani Domínguez (batería). ¿Cómo es la química entre vosotros?
J.C. Es brutal, como la mejor historia de amor. Y es verdad que somos muy diferentes o que podemos “pegarnos” antes de salir al escenario, pero nos conocemos super bien y esa es la clave.
Nos queremos mucho y creo que eso se nota en cómo hemos aprendido a tocar juntos. El entendernos sin necesidad de hablar, musicalmente es súper potente y creo que yo me podré morir tranquilo solo por haber tenido la oportunidad de haber podido tocar con ellos. Y sobre todo, por haber tenido la decisión de mantener el grupo, que es algo que no es tan frecuente en el jazz. Y creo que eso es muy bonito y es lo que hace que quien nos sigue nos reconozca.
Supongo que una de las mejores experiencias de tu vida ha tenido que ser la de poder grabar y girar con esa leyenda que es Sheila Jordan
J.C. Pablo Mazuecos (ClasiJazz) la trajo a Almería para hacer un seminario y un concierto, y como venía sola, me llamó y a los dos años, ella me llamó otra vez para hacer otra serie de conciertos.
Esa experiencia ha sido lo máximo. Lo que más he disfrutado ha sido la parte humana, lo que hemos aprendido Bori y yo. Ha sido como aprender de nuevo a ser un músico de verdad, de los de antes.
Ha sido como volver a coger la última bocanada de aire del jazz de verdad, del que ya no va a existir. He podido tocar con muchas cantantes, pero como el sonido y la manera de cantar que tiene ella …no he visto algo igual. Y es una leyenda viva, ella es consciente de que cuando se vaya ella algo se va a perder. Cuando se vayan Ron Carter y algunos más… sí, el jazz seguirá existiendo pero no de la misma forma. Es como si te dedicas al clásico y puedes coincidir con Bach. Probablemente venga de nuevo, con los 95 recién cumplidos. Te prometo que no has visto algo así en tu vida.
¿Hablando de Bach, la música clásica sigue formando parte de tu vida?
Estoy más que en la parte clásica, en la parte sinfónica. Trabajo mucho como arreglista, con la orquesta sinfónica de Málaga…hacemos adaptaciones, y luego tenemos el ensemble que hemos variaciones de composiciones del romanticismo.
La idea es más adelante ir haciendo unas variaciones barrocas, impresionistas y trabajar esa música que me encanta, pero llevándola a otro formato, con batería, a conjuntos más pequeños…llevar esos conjuntos orquestales tan grandes y reducirlos a un sexteto…o al revés, coger un piano solo y trasladarlo a un grupo más grande. Este tipo de cosas me motivan muchísimo
El año pasado entrevistamos a otro malagueño que nos encanta, Javier Navas. ¿Se está moviendo algo en la escena de la ciudad?
Comparada con una ciudad como Barcelona, no se puede decir que haya una escena de jazz. Hay músicos sí, muy buenos: Enrique Oliver, Ernesto Augrinac, Julián Sánchez…hay gente muy potente pero lo que no hay es…este miércoles me voy a ir a ver uno o dos conciertos de jazz; no es que haya Jams todos los días… no son cosas que estén tan arraigadas.
Sí que es verdad que hay una nueva generación de músicos jóvenes que están en ascenso y desde la asociación estamos empujando para que formen un colectivo, que busquen sitios para tocar y creo que se está empezando a desarrollar una escena, pero aún le queda.
Me llama la atención este párafo»
«Su obra se caracteriza por la habilidad de combinar estas influencias de manera innovadora y única, creando una experiencia tremendamente original y en la que no se puede dar casi nada por sentado»
En mundo tan variable, lleno de sorpresas y propuestas en el in en el off del jazz, desearía que me explicaras con mayor amplitud esta párrafo lapidario sobre la música de este pianista.
Lo agradeceré.
Me está encantando el disco. Un aire de frescura y genialidad…