No tiene término medio Vitoria en los últimos años. Si en la edición de 2022 la capital vasca recibía al equipo de Caravan con una temperatura de casi cuarenta grados, en la de este año lo hizo literalmente a pedradas. Tremendas pelotas de golf heladas que destrozaron la ciudad, nos obligaron a protegernos bajo un mínimo tejado y acabaron por reventar la luna trasera de nuestro vehículo. Mala suerte vivir en tiempos de cambio climático.
Y aunque pasamos una mañana entera suspirando por un repuesto que no llegaba y tuvimos que conformarnos con la precariedad de una de esas ñapas que no prometen nada, decidimos que nada iba a impedir que siguiésemos disfrutando del mejor jazz; que a las 17.30 estuviéramos como un clavo en la puerta del Teatro Principal y, finalizado el primer concierto, nos fuéramos divertidos, comentando la jugada hasta Mendizorroza.

Samora Pinderhugues
Nada por supuesto hacía anticipar lo anterior. La llegada a la capital vasca el jueves fue plácida. Temperatura ideal, compañía inmejorable y uno de los principales motivos que me llevaron a acudir a la edición de este año: poder ver a Samora Pinderhughes en directo. Su “Grief”, original y arrollador en cada una de sus capas, había sido seleccionado por varios de los que formamos Caravan como uno de los mejores discos de 2022. Así que sí, había muchas ganas…tal vez demasiadas.
Porque el artista, que no suele prodigarse fuera de Estados Unidos, decidió que en esta gira, salvo el piano frente al que se sienta y un bajo, dejaría el resto de instrumentos en casa, acompañándose en su lugar por un cuarteto de voces arregladas por Nio Levon (increíble su parecido físico con Cecile McLorin Salvant).

La fórmula funcionó de maravilla… al principio. Samora nos hipnotizaba con temas como “The cry” y “Masculinity” (ese maravilloso tema que nos invita a reflexionar sobre lo que es ser hombre hoy en día), el excéntrico Jehbreal Muhammad Jackson nos divertía en distintos registros y aunque el bajo de Joshua Crumbly apenas se asomaba tímido en momentos muy puntuales, el conjunto empastaba tan bien que era muy fácil dejarse llevar.
En esa ensoñación habríamos llegado hasta el final del concierto si no fuera porque la fórmula que se repite una y otra vez, pasa de sorprender a resultar previsible. Así el espectáculo, que nos propulsó como una montaña rusa en su primer tercio, comenzó a sestear hasta rozar con lo tedioso después de media hora. Y decimos rozar, porque la voz profunda y atemperada de Nio Levon, la preciosa versión del “All I Need” de Radiohead, o ese himno que es la propia “Grief” acabaron por salvar el show y convencernos de que aunque el de Pinderhugues no es un proyecto maduro, tiene un gran potencial.

Brad Mehldau
Que el concierto de Brad Mehldau comenzase con media hora de retraso se debió a que la intensa granizada que cayó a la hora prevista para el inicio del espectáculo convirtió el pabellón vitoriano en un enorme tambor, una tremenda caja de resonancia en la que daba impresión de que como decían los galos, “¡el cielo se desploma sobre nuestras cabezas!”
El estrépito debió despertar algo en el interior de Brad, de normal mustio y cariacontecido, que se animó a charlar e incluso gastar alguna broma con los espectadores que casi llenaban el Mendi. Con el trío que lleva casi dos décadas girando (Larry Grenadier al bajo y Jeff Ballard a la batería), apenas si tardó los diez minutos que dura su “Upfront” para meterse la grada en el bolsillo.
Y no importa las veces que le haya visto en directo, o que insista en hacer algo más difícil nuestro trabajo al prohibir a los periodistas hagan fotografías en sus conciertos: sigue pasmándome lo fácil que hace lo imposible, la tremenda elegancia con la que sobrevuela por encima de las teclas, el aparente no esfuerzo de este hombre genial, doblado en ortopédica postura “a lo Bill Evans” sobre el piano.

Hace tiempo que Mehldau ya no acude a los conciertos a presentar “su último álbum”. No le hace ninguna falta. Con la audiencia y la ovación final asegurada, viene sobre todo a pasárselo bien, a sentarse sobre la banqueta y hacer música, que en definitiva, es de lo que se trata.
Junto a algunos temas propios (“Ode”, “Upfront”, “Resignation”…) también le escuchamos reinterpretar “Sweet and Lovely”, dar nueva vida al “Since I fell for you” de Buddy Johnson y terminar por todo lo alto con el “From this moment on” de Cole Porter. Sus compañeros, lo mismo: Larry Grenadier confirmando una vez más su tremendo nivel al bajo y Jeff Ballard cumpliendo sin estridencias.

Immanuel Wilkins
Nos sentimos completamente arrollados por el concierto que Immanuel Wilkins ofreció el año pasado en el Café Berlín de Madrid, así que de alguna forma estábamos preparados para ese torrente de notas que previsiblemente se nos iba a venir encima.
Llegaba a Vitoria el que probablemente sea el saxo alto del momento, a presentar “The 7th Hand” acompañado por Micah Thomas al piano, Daryl Johns al bajo y Kweku Sumbry a la batería. El álbum se presenta como una suite de una hora de duración compuesta por siete movimientos, que parten desde una comunión total entre los músicos, hasta la libertad total de las últimas dos piezas, que se escapan hacia el terreno del free jazz.
Y eso es precisamente lo que escuchamos: poco más de una hora sin demasiadas sorpresas para los que ya conocíamos el disco, pero que una vez más, volvió a estremecernos. Cuesta por supuesto tomar el relevo de un Mehldau que nunca llegaremos a entender por qué fue en esta ocasión telonero (de hecho su concierto duró el doble que el de Wilkins) y los primeros dos temas tuvieron esa tibieza del que pide permiso para entrar.

Entró Wilkins “en calor” a mitad de la velada e impulsado por un estupendo Thomas (no nos cansaremos de recomendar a este jovencísimo pianista) empezó a disparar notas, a ligar y surfear en frases infinitas, a bajar a las profundidades del bop para después jugar con modos y pausas. Todo ello como aperitivo por supuesto de “Lift” ese tema final que comienza prometiendo emociones fuertes y que termina 25 minutos después en una explosión de free jazz de las que o te quedas (como hicimos nosotros con el corazón a más de 120 pulsaciones) o te vas (como hicieron parte de los abonados que no sospechaban nada antes de comenzar el espectáculo).
Terminados los conciertos del primer día, vuelta al hotel recorriendo un mar verde de hojas, ramas rotas y la incertidumbre de un nuevo día que también prometía algo de lluvia.
Fotografías: Samora Pinderhughes y Immanuel Wilkins (Alejandro Sanz Fraile), Brad Mehldau (Festival Vitoria)