Nunca sospeché que llegaría a conocer los polígonos industriales de Vitoria. Pero eso es precisamente lo que nos tocó hacer en el segundo día de nuestro festival vitoriano, toda vez que la granizada del día anterior (véase aquí) acabó con la luna trasera de nuestro coche hecha añicos.
Que saliera del taller con un plástico en lugar de un cristal y que acabásemos siendo entrevistados por la ETB, es tal vez una historia demasiado larga de contar en un blog que aspira a hablar únicamente de jazz, pero desde luego es una anécdota que conservaremos para el recuerdo. De vuelta al centro, la edición de este año nos iba a regalar sorpresas mucho más agradables: tres conciertos de lujo.

Libérica
Una de las muchas cosas especiales que tiene el Festival de Jazz de Vitoria es que los plumillas tenemos la suerte de albergarnos en el mismo hotel en el que se suelen alojar los artistas. Así que no resulta extraño encontrarse en el pasillo con James Brandon Lewis,compartir las magdalenas del desayuno con Kassa Overall o en este caso, desearle mucha suerte a Manel Fortiá para su concierto junto a Libérica.
El proyecto del que se ha grabado un primer disco, ”Arrels” cuenta además de con el propio Fortiá en el bajo, con Pere Martínez (voz), Max Villavechia (piano) y Raphael Pannier (batería). El disco original contaba además con Antonio Lizana en saxo y voz, que en Vitoria fue sustituido y de manera muy brillante (especialmente al saxo), por Eva Fernández.

Partiendo de la música tradicional catalana y el folklore también de otras partes de la Península Ibérica, Libérica nos introduce en una fusión de jazz, con flamenco y otros estilos en los que escuchamos desde unas alegrías de Cádiz, a una milonga argentina. El concierto, uno de los más redondos que he tenido la oportunidad de escuchar este año navega sobre la voz de un Pérez Martínez que canta fino, con ese estilo que tienen cantantes catalanes como Miguel Poveda, a la vez que deja el espacio suficiente para que ese flamenco que nos deja en vilo, sea roto por el potente saxo alto de Eva Fernández, en una fórmula 1-2 que funciona estupendamente en casi todos los temas.
Fortiá, además de sonar bien, enérgico casi siempre, “baila” con su contrabajo sobre el escenario y agrada explicando el origen de unas canciones, que tal vez muchos de los que estábamos ahí nunca habíamos escuchado. Pannier necesita pocas presentaciones. El estupendo batería francés ya nos impresionó en “Despertar”, el primer disco del propio Fortiá como líder. Y si bien Villavechia no ocupa un lugar tan destacado (probablemente no es el tipo de música en la que el piano va a tener el mayor protagonismo), empasta bien en una mezcla en temas tan bonitos como ”La dama de Aragó” o ”La presó de Lleida”.

Melissa Aldana
Esperábamos en Vitoria a “The Bad Plus” este viernes. Pero tan solo unas horas antes de que comenzase el concierto, desde la organización nos informaban que el grupo de Reid Anderson cancelaba su gira europea a causa de un problema familiar (suerte el poder haberles visto en Madrid hace unos meses) y serían sustituidos por la saxofonista chilena Melissa Aldana.
Ajetreado como siempre, el director del festival, Íñigo Zárate, nos contaba que las últimas horas habían sido de infarto pero que aún así, habían encontrado una ventana de tiempo lo suficientemente grande como para contratarla, encontrar billetes de avión (desde Nueva York nada menos) y conseguir que la artista se presentase puntual sobre el escenario del Mendi.

Tan atropellada llegada provocó entre otras cosas que Aldana se encontrase en Vitoria sin su banda y que fuese el trío de Aaron Diehl la que la arropase a lo largo del concierto. Consecuencia de lo anterior es que tal y como nos temíamos, no escuchamos a Aldana presentar los temas de ”12 Stars”, sino tirar de oficio y hacer lo que los grandes músicos suelen hacer cuando se encuentran en este tipo de “situaciones desesperadas”: tirar de standards.

Comenzaron así a sonar las primeras notas del ”Conception” de George Shearing, a las que siguieron las del Pensativa” de Clare Fosher para despejar las dudas: con Aldana no hay jet lag que valga. Pocos saxos ligan las frases hoy en día con tanta elegancia, conocen de forma tan íntima hasta el último secreto de su instrumento y disfrutan tanto en directo. Ninguno desde luego, hace ese característico movimiento de ponerse de puntillas, cuando como si un hilo imaginario tirase de ella hacia arriba cuando necesita llegar a las notas más altas.
La música de la chilena, habitualmente cerebral y sofisticada, brillaba en Mendizorroza algo más “dulce”y relajada, con esa sensación del que vuelve a casa, a esos temas que cuando te conquistan no te abandonan, como el ”Along Come Betty” de Benny Golson o el ”Four in One” de Thelonious Monk. Aaron Diehl por su parte demostró que el jazz clásico nunca pasa de moda y convirtió un ”Tiger rag” que se marcó en solitario, en uno de los grandes momentos de la noche.

Kandace Springs
No tenía una opinión formada sobre Kandace Springs antes de este festival. Había tenido la oportunidad de escuchar su “The Women Who Raised Me” hacía unos meses, pero el recuerdo había quedado atrapado en ese agujero negro que engulle muchas de las cosas que nos ocurren en estos acelerados tiempos modernos.
Me gustaba esa sensación de no saber prácticamente nada, de llegar “casi virgen” a la butaca del que se quiere dejar impresionar. Sobre todo porque Spings no es cualquiera. Basta con leer la nómina de colaboradores de este disco (Christian McBride, Norah Jones, Avishai Cohen, Chris Potter…) para como mínimo prestar (y mucha) atención a lo que viene.

Y lo que vino fue un auténtico huracán, que acompañado por Caylen Byrant al bajo y Camille Gainer a la batería, hizo a vibrar a un público que sin duda disfrutó como de pocos otros conciertos de esta edición del festival. Por supuesto, Springs contaba con cartas ganadoras: es muy difícil equivocarse con standards como”Devil May Care”o clasicazos como el ”Killing Me Softly” de Roberta Flack.

Pero temas como el ”Gentle Rain” de Astrud Gilberto o el ”Stronger than pride” de Sade, hay que saber defenderlos, cosa que hizo estupendamente tanto con una voz profunda y llena de matices, como con una técnica más que aceptable al piano, donde además de con el jazz o el soul, también jugó con pequeñas bromas de música clásica.
Si el concierto acabó por levantar al público de sus asientos se debió también por la simpatía de sus dos compañeras, especialmente la de una Bryant que nos confesó que se cose sus propios trajes y que demostró saber cantar como los ángeles, dando como muestra la nota más alta de la noche. Si algo echamos en falta sin embargo, fue algo más de repertorio propio, y es que los dos únicos originales que nos presentó esa noche, sonaron tan bien que de alguna forma, nos supieron a poco. Estamos deseando volver a escucharla.
Fotografías: Alejandro Sanz Fraile