Tras las crónicas vitorianas que hemos publicado en la última semana, hemos querido que nuestro compañero Agustín Marugán nos ofrezca su visión personal sobre lo que ha sido la última edición del Jazz Vitoria 2023. Esto es lo que nos ha contado.
Aprovechando que el Tour de Francia eligió la ciudad de Vitoria como salida de una de sus etapas en la edición de este año, me parece interesante comenzar señalando los paralelismos entre un deporte como el ciclismo y una música como el Jazz.
En el ciclismo hay etapas plácidas, previsibles, que discurren con monotonía y solo se aceleran al final. Otras te arrebatan desde el principio, con continuos movimientos, cambios, giros imprevisibles, tensión. Hay también trabajo en equipo, compañeros que se sacrifican por el líder, perfectos conocedores de lo que deben hacer en todo momento y que ejecutan su trabajo con estricta profesionalidad en beneficio de ese bien superior que es la victoria.
Y luego está el protagonista absoluto, el jefe de filas en torno al cual gira todo el entramado, la pieza maestra, aquel capaz de dejarse llevar por ese impulso, ese momento de libertad para finalmente conseguir sus objetivos. Pues sí, un poco de todo esto hubo este año en el 46 Festival de Jazz de Vitoria, una edición con un nivel general notable y algunas actuaciones sobresalientes que he procurado resumir en unos breves apuntes.
Samora Pinderhughes Quintet
Samora y su grupo nos ofrecieron un concierto lineal, sin apenas matices, con escasa variedad y sin ninguna capacidad para la sorpresa.
Todo sonaba a ese soul sofisticado y a veces ampuloso, muy propio del “mainstrean“ que lo mismo te sirve para el anuncio de un plan de pensiones de una entidad financiera que para escuchar y relajarte en tu casa en una tarde lluviosa. Con una ejecución muy correcta y sin duda agradable al oído, no lograron en ningún momento conectar con el público. Las puertas de nuestras zonas de confort se mantuvieron bien cerradas durante la actuación.
Brad Mehldau Trio
El maestro aterrizó en Mendizorrotza y la lluvia paró, hasta ahí llega su poder. Una vez más demostró, que su capacidad de improvisación no tiene límites. Cualquier tema que aborda, lo enriquece con infinidad de matices, exprimiendo al máximo las cualidades expresivas del piano lo que le emparenta con los grandes renovadores del instrumento, aunque creando un estilo propio e inconfundible.
Es muy difícil conseguir ese equilibrio perfecto que logra Mehldau entre sus interminables solos y el protagonismo que concede a una sección rítmica, por momentos sobresaliente, sobre todo cuando interviene su batería, Jeff Ballard.
Immanuel Wilkins Quartet
Estamos sin duda, ante uno de los saxos altos más interesantes del panorama actual. Su habilidad para conducirnos, casi sin darnos cuenta, acelerando progresivamente, sin sobresaltos, sin rupturas, a esa explosión final de puro “Free Jazz” quedará en el recuerdo de muchos de los que asistimos a su concierto. Wilkins forma parte ya de esos artistas dotados con una sonoridad propia.
La deconstrucción de las estructuras rítmicas que realizó en gran parte de los temas que tocó, nos lleva a ese terreno de la exploración y de la experimentación, propios de una música en continúa renovación como el jazz y que debe tener cabida en un festival de las características del de Vitoria Gasteiz.
Libérica
El grupo liderado por el contrabajista, Manel Fortiá, ejemplifica lo que debe ser la fusión bien concebida y mejor desarrollada. Asistimos a la presentación de su nuevo proyecto artístico, “Arrels” (Raíces), un viaje que discurre por la canción tradicional catalana y el flamenco, con el jazz como hilo conductor.
Nos encontramos con una formación perfectamente equilibrada, capaz de conseguir ese grado de conexión emocional con el público, que a veces se echa de menos en este tipo de aventuras musicales. Emoción protagonizada principalmente por Pere Martínez al cante, especialmente en las estructuras flamencas.
Tiene Martínez, el “pellizco” hondura y sentimiento necesarios, además de una tesitura vocal privilegiada, para enfrentarse a este tipo de composiciones. No todos los días tenemos la oportunidad de escuchar el “Cant dels Ocells” popularizado por el gran violonchelista Pau Casals, transformado en una soleá por bulerías, o escuchar palos flamencos, no tan conocidos por el gran público como la taranta, dentro de una habanera, uno de los géneros más característicos de la canción popular catalana.
Kandance Springs Trio
Y la fiesta llegó al “Mendi”. Con su simpatía y sentido del espectáculo, Kandance se ganó al auditorio desde el principio. Arropada por una formación más eficaz que brillante, su concierto fue un recorrido por los parajes más transitados del jazz y del soul. Demostró su habilidad para versionar a grandes divas del jazz como Nina Simone y a figuras del soul pop de los 80 como Sade.
No sonaba a nada nuevo, pero la conjunción de su expresividad, su destreza con los teclados y la exquisitez de su interpretación, dieron lugar a una actuación más que notable. Una artista de futuro, que volará mucho más alto cuando sus propias composiciones, espléndida “run your race” dedicada a su padre fallecido, dominen su repertorio.
Silvia Pérez Cruz
Con un público entregado, que llenaba a rebosar las gradas del pabellón, la catalana presentó su último álbum, “Toda la vida, un día,” obra conceptual compuesta de cinco movimientos: infancia, juventud, madurez, muerte y renacimiento, cada uno con su propia sonoridad.
Propuesta arriesgada que requiere de una escucha activa y atenta, la interprete de Palafrugell superó el retó con creces. Proyecto en el que no solo tiene cabida la música y en el que a veces el continente puede opacar al contenido, pero que remonta cuando Silvia lo lleva a donde mejor conoce, esa frontera entre el flamenco, la canción de autor y la canción popular, aunando tradición y modernidad.
Demostró que la música es demasiado grande como para dividirla en compartimentos estancos, y que solo desde el mestizaje y los géneros híbridos, se puede reflejar la realidad de nuestros días, a pesar de los, por desgracia cada vez más numerosos, apóstoles de la pureza, la tradición y el inmovilismo. Piezas como “Estrelas e ráiz” o “Nombrar es imposible” nos reconcilian, en estos tiempos tan superficiales, con lo que debería ser el disfrute de cualquier manifestación artística.
Yamandú Costa
Partiendo del folclore tradicional latinoamericano con ritmos conocidos como la milonga argentina y uruguaya, o mucho menos conocidos como el porro colombiano o el choro brasileño, entre otros, Costa nos invita a un viaje por los caminos de la improvisación más libre que nos lleva a la metamorfosis total de los estilos.
El samba deja de ser lo que conocemos y a lo que estamos acostumbrados, tras pasar por la guitarra de siete cuerdas del artista brasileño. Emoción y virtuosismo están presentes en cualquier actuación del guitarrista y Vitoria no fue una excepción. Interprete intenso, también físicamente, con una entrega absoluta, logró ganarse al público desde los primeros acordes.