La gloria es dulce y efímera; la energía que proporciona se disuelve pronto y regresa el vacío. 1959 fue un año glorioso para el jazz: concluía una década considerada como su época de oro, fueron los años del mejor hard-bop y cool jazz; al mismo tiempo, fue la época en la que nació el rock and roll y, a nivel social y político, el movimiento por los derechos civiles.
Precisamente estos dos acontecimientos influirían en los sesenta de manera determinante en este género musical(que Bill Evans más bien considera como un proceso de hacer música y no un género en sí). Por un lado, porque el rock, sin quererlo, provocó el aislamiento del jazz, por lo menos en Estados Unidos y Gran Bretaña. Sus músicos y su público envejecieron; el jazz pasó a ser música de adultos.
Por el otro, los jazzistas más representativos no fueron ajenos a una atmósfera social que exigía el compromiso político de todos por la lucha contra el racismo y la exclusión, así nació el free jazz, un estilo atonal, libre, que le hizo mucho menos popular, especialmente entre sus viejos aficionados. Se declaró la muerte del jazz.
En 1959 el panorama era otro. En ese año se lanzaron cinco discos fundamentales en la historia del jazz: Miles Davis con su sexteto grabaron Kind of Blue; The Dave Brubeck Quartet lanzó Time Out; el contrabajista Charles Mingus grabó Mingus Ah Um; el cuarteto de Ornette Coleman con The Shape of Jazz to Come dio inicio al free jazz, como su propio título indica; y, finalmente, el mejor John Coltrane grabó Giant Steps. Algo así no había ocurrido antes y, peor todavía, no pasaría después.
Eso sí, todos tendrían luego largas y prolíficas carreras, excepto Coltrane. Poco después del lanzamiento de Kind of Blue, del que Trane -como se le llamaba en alusión a un «tren» en plena marcha- también formó parte, grabó Pasos gigantes, el punto más alto de su primer período como artista y el inicio de una etapa más calmada e introspectiva.
Un par de años antes lanzó Blue Train (1957), su primer disco como líder y compositor; un clásico del hard-bop; sin embargo, solo con Giant Steps mostró su madurez y su apertura creativa. «Es Blue Train con esteroides» dijo algún crítico. Cuando escucho este álbum y el tema con el que inicia que lleva el mismo nombre, no puedo dejar de pensar en Coltrane como el enano que se calza las botas de siete leguas para correr más de prisa (bellísima idea de Kierkegaard).
Y es que Trane tuvo una vida intensa pero corta, podría decirse que representa el estereotipo del jazzista. Joe Zawinul, antiguo tecladista de Miles Davis y cofundador de Weather Report, significativo grupo de jazz fusión en los setenta, sostuvo que «el jazz no es solo música sino una forma de vivir». En realidad, esa sentencia parece más bien un lugar común, una idea poética del jazz ya algo trasnochada, sobran los ejemplos de grandes jazzistas que vivían y viven de maneras muy diferentes (con Dave Brubeck a la cabeza); y, sin embargo, parece que todos fueron Charlie Parker, Fats Navarro, Lee Morgan o, por supuesto, John Coltrane.
Esa vida intensa y llena de excesos, alcohol y drogas, pero también de pasión y poesía tiene su representación estética en Giant Steps. En él introduce por primera vez las conocidas como Coltrane Changes, un estilo de composición propio que vuelve al álbum inclasificable. Ya no es el hard-bop característico de Blue Train, Coltrane Time (1958) o TheLast Trane (1957), es algo distinto.
En solo siete temas Giant Steps se constituye en un verdadero manifiesto artístico. Aun así, en fiel reflejo de la complejidad de su autor, el álbum tiene dos almas: una frenética, virtuosa, llena de acordes y notas, realmente compleja, con temas como Countdown y Spiral; la otra, representada por Naima, una balada dedicada a su esposa Juanita Naima Grubbs, tema simple, expresivo, bello, que conduce a la meditación. Por este motivo, es este tema el que enlaza su primer período hardbopero con el segundo, una etapa más calmada, estática, de jazz modal (My Favorite Things de 1961, su disco más representativo).
Los sesenta, la época de la supuesta muerte del jazz en realidad es la época de su compromiso político. En el caso de Coltrane, él conjugaba su curiosidad por los géneros del mundo (dicen que escuchaba constantemente música india, japonesa, brasileña, africana), con una visión metafísica de la vida y su preocupación por el bienestar humano. «La música, siendo una expresión del ser humano, expresa simplemente la experiencia humana, lo que está sucediendo a su alrededor. […] cuando hay algo que sentimos que debería ser mejor, debemos hacer un esfuerzo para tratar de hacerlo mejor. La música es un instrumento que promueve el pensamiento y, por lo tanto, debe provocar un cambio. Yo quiero ser una fuerza para el bien» (Coltrane en entrevista de 1966).
Así, el free jazz es, como sostuvo Pierre Lere, «solo la traducción estética de la voluntad de liberación social. Trascendiendo el marco tonal del tema, el músico se encuentra en una posición de libertad. Esta búsqueda de libertad se traduce en musicalidad atonal; define un clima modal donde lo Negro expresa un nuevo orden» (citado por Herbert Marcuse en Art and Liberation, Routledge, 2007).
Fue uno de los precursores de que la idea del grupo con un líder y acompañantes dé paso a un concepto más libre y horizontal, un espíritu de colectivo y no jerárquico. Annette Michelson, crítica de arte, calificaba a ciertas obras como apodícticas (un uso alternativo del término que Kant utilizó en la Crítica de la razón pura) para describir una obra que se afirmaba a sí misma por encima de cualquier cuestionamiento, que no puede interpretarse sino de una sola forma, que trasciende el contexto. En ese sentido, A Love Supreme, que fue grabada en un solo día, el 9 de diciembre de 1964, es una obra apodíctica y es su álbum más místico.
Coltrane murió a los 41 años el 17 de julio de 1967, grabó aproximadamente cincuenta discos (se cuenta que lanzaba discos a un ritmo de uno cada tres meses); sin embargo, el coltranismo inició con Giant Steps, un álbum fresco pero maduro que satisface la idea del arte por el arte, ideal de la cultura que cambiaría poco tiempo después preocupándose más por su contribución social y política y quizá menos por la belleza inmanente del jazz.
Gracias por el artículo, muy bonito