Milano

Adiós Milano

La noticia la daba en pleno mes de agosto Carlos Pérez Cruz en su programa: al Milano, uno de los pocos clubs de jazz que sobrevivían en la turistificada Barcelona, le obligan a cerrar

A diferencia de otros clubs que han dicho basta por no poder mantener económicamente su actividad, al Milano, hasta el momento le salían las cuentas: pagaban su alquiler mensual y sin hacerse ricos (quién podría con el jazz), sobrevivían como una burbuja cultural en el centro de la ciudad condal.

Sin embargo un local como el del Milano es demasiado goloso y las franquicias no iban a dejar escapar la oportunidad de imponer de nuevo, la ley del más fuerte. Bastó (y aquí entramos en el terreno de una especulación probable) con descolgar el teléfono, llamar a la propiedad del inmueble y ofrecer un 30% más. Y la propiedad, que se vio ya con ese dinero extra en el bolsillo, llamó a Ramón Larregola (propietario del club) y le dijo eso de “es el capitalismo, amigo: o lo tomas o lo dejas”.

Así que a falta de un milagro que se antoja cada vez más remoto, el próximo 28 de septiembre los que se acerquen al número 35 de la Ronda de la Universidad, a dos pasos de la Plaza de Catalunya, podrán asistir en directo al último concierto, protagonizado por  ¡Yakety Yak!  grupo formado por Anton Jarl (batería), Dani Nel·lo (saxo), Matías Míguez (bajo), Héctor Martín (guitarra) y Andreu Ros (piano). Hasta que ese día llegue, también podrán disfrutar de actuaciones como las de Son Salao, Etienne Charles Quartet o Ben Van Den Dungen Quintet.

Terminadas las obras de remodelación del local, guiris y barceloneses podrán disfrutar en cambio de las delicias del “IT Italian Trattoria”, el primer establecimiento en Barcelona de esta franquicia francesa de restaurantes y que se nos antoja tan necesario para la ciudad como un centro de esquilado de Yaks.

Conocida la noticia, ha pasado más o menos lo de siempre. 7.000 románticos (entre los que me incluyo), hemos firmado la preceptiva petición en Change.org, instando al ayuntamiento a que impida que Barcelona se degrade un poquito más: concretamente exhorta al consistorio a que “»explore las opciones para dar continuidad a la actividad del Milano Jazz Club, y que busque fórmulas legales para garantizar la protección de otros espacios culturales que puedan encontrarse en una situación vulnerable». Bien por Carlos, que es el que encabeza la petición y ha hecho más que nadie por dar a conocer el problema, pese a que probablemente sabía de ante mano que su texto no era más que el canto del cisne.

El ayuntamiento ha dicho más o menos lo de siempre: que si tenemos Primavera Sound, Sónar y el Festival de Jazz de Barcelona…no vengan ustedes a pedirnos nada, que con la cultura nosotros ya hemos cumplido. Claro que no lo dicen así, sino con ese vaguerío lastimero y burocrático del “exploraremos todas las posibilidades”, es decir, ninguna.

Dirán los más atrevidos que si el jazz interesara, no solo habría un Milano Jazz Club, sino que una cuarta parte de los locales que ahora ocupan Amancio y sus colegas, serían espacios para la cultura. Y una parte más para los negocios de toda la vida, esos que solo echan en falta los vecinos cuando descubren que cada vez tienen que andar más para ir a comprar el pan. Que para ir esquivando palos de _selfie, _mejor empacamos todo y chau.

Y sin embargo se equivocan. No porque el jazz sea imprescindible para una ciudad, ni siquiera como evidencia de una sana vida cultural. Sino porque sin diversidad, asfixiadas en espacios grises y sin una personalidad propia, las ciudades si no se mueren, sí que se zombifican. Se convierten en moles grises que se mueven al ritmo del más lento; del trágala mientras dure, que no pasa nada. Y como Venecia, Barcelona corre el riesgo de incluso dejar de ser esa ciudad de Instagram de las guías, a ciudad a evitar de la que también se hablará en los libros. Nos la jodió Cobi.

Adiós Milano comentarios en «2»

  1. Una noticia muy triste. El otro día me preguntaba, al recibir una de sus newsletters, cómo hacían para sobrevivir y pensaba que era una alegría que todavía estuvieran al pie del cañón. Era como la excepción que tristemente va cumpliendo la regla pero ya veo que va a seguir el mismo camino que los demás proyectos. Recuerdo, cuando aún vivía en Barcelona y trabajaba como director de arte del Bel-Luna Jazz Club, justo un par de años del fallecimiento de éste, como el Milano abría sus puertas y lo he seguido desde entonces con gusto y curiosidad. En fin, son sin duda muy malos tiempos para la lírica 🙁 Abrazotes!

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