Con el verano finiquitado, me atrevo a afirmar que ésta ha sido la estación sin vuelta atrás.
Suelo imaginarme la lucha por la igualdad como un río cuyo caudal desbocado va arrastrando troncos, piedras, ramas y otros restos podridos y arcaicos de una realidad bochornosa que lo ha impregnado todo durante milenios: la del machismo. El río baja sucio: las consecuencias de los #seacabó , los #metoo y, personalmente mi hashtag favorito, #timesup, enturbian el caudal. Pero desembocará en un (espero) limpio y transparente océano de igualdad.
En España recordaremos el verano de 2023 porque algunos acontecimientos han revuelto aún más el río y han puesto patas arriba alguno de los ámbitos en los que más se concentra el machismo de este país, léase el fútbol en particular y el deporte en general.
Y entretanto, observamos cómo otros sectores van despertando: sectores de tanta influencia como el de los medios de comunicación o el del cine.
¿Y la música? ¿qué pasa con la música? ¿Va a llegar el momento en que las actitudes machistas que muchas compañeras hemos sufrido y sufrimos diariamente salgan a la luz?
¿Es necesario un #seacabó en la música española? Absolutamente SÍ
Estoy convencida de ello, aunque sinceramente pienso que tardará mucho más que en otros entornos, y eso es debido, a mi juicio, a dos características propias del sector musical: la precariedad económica endémica que lo caracteriza, por un lado; y el convencimiento, real, por parte de muchos, muchísimos hombres que pertenecen a este sector, no sólo de que no son machistas, sino de que en este mundillo tan liberal y moderno todos somos iguales.
Y no es así. Ya expliqué aquí algunas de las peores experiencias de mi trayectoria como cantante.
Me quejo insistentemente de que haya carteles de festivales de música que no incluyen propuestas lideradas por mujeres; me quejo también de la deliberada hipersexualización de la representación de las mujeres en la música actual, en particular en el pop o en la música urbana, pero si observamos bien – MUY BIEN – la encontraremos en el jazz también, en proyectos de mucho éxito. Quizá por eso lo tienen.
Esa misma hipersexualización que lleva a mucha gente a pensar que para reivindicar algo es necesario desnudarse, porque solo enseñando las tetas se nos hace caso.
Y me quejo, y me quejaré siempre de que cobramos menos por el mismo trabajo y no solo las artistas, sino técnicas, agentes y promotoras también.
El #seacabó en la música hace mucha, muchísima falta. Lo estamos esperando.