Shai Maestro estuvo a punto de cancelar su gira. Si no lo hizo, confesó sobre las tablas de la Sala Villanos el pasado 12 de noviembre, es porque sigue teniendo esa idea romántica de que la música puede servir como instrumento para la paz. Que como Daniel Barenboim y la orquesta West-Eastern Divan que puso en marcha junto a Edward Said, cumple una función social que trasciende a la política y que puede unir a los pueblos.
Tal vez el pianista israelí peca de optimista, pero lo que quedó claro después del concierto que ofreció en el JazzMadrid 2023, es que está dispuesto a seguir intentándolo. Le acompañaban tres de los músicos con los que ha grabado sus últimos albums: Philip Dizack (trompeta), Jorge Roeder (contrabajo) y Ofri Nehemya (batería).
Del último «Human», presentó algunas temas en Madrid, pero en realidad su setlist es lo de menos. En las casi dos horas que duró el concierto, el cuarteto apenas si tuvo tiempo para desarrollar cuatro composiciones, que partiendo de ese sonido tan característico del mediterráneo oriental, se convertían en remolinos de armonías sofisticadas, melodías cautivadoras y ritmos intrincados.
Temas en los que la percusión elevaba al conjunto frente a carácter contemplativo de muchas otras formaciones de la zona; la trompeta de Dizack servía de conexión entre el oriente «exótico» y la Europa «moderna» mientras que el piano de Maestro introducía los elementos más clásicos, para abandonarse en el jazz durante los solos.
Sería injusto afirmar que no son músicos excepcionales, porque son extraordinarios. Y porque aunque es verdad que tomados de forma individual puede que no sean «rivales» para las grandes luminarias del jazz de estos momentos, la forma en la que empastan y lo bien armadada que tienen la narrativa de lo que nos cuentan, brilla frente a otras propuestas en las que la suma de los egos puede ofrecer un resultado mucho más deslavazado.
Si el resultado es sobresaliente, se debe a que la propuesta del Shai Maestro Quartet simboliza el triunfo de la emoción sobre la forma; la apelación a los sentimientos más primarios, una evocación recurrente a la belleza y a la música; no como exhibición de una capacidad técnica, sino como una búsqueda constante de la esencia humana, del querer conectar de forma íntima y personal con cada persona de la audiencia.
Y aunque en contados momentos el concierto corre el riesgo de caer en la sensiblería del algodón de azúcar, Dizack se presta cuando toca a la disonancia (sin exagerar), Nehemya lanza de imprevisto andanadas de paso marcial y Maestro que casi siempre se mantiene en un dolce romántico, rompe el piano con acordes consecutivos y escalas.
El haber tenido como maestros músicos como Avishai Cohen y haber recorrido el mundo junto a Mark Guiliana, o el haber compartido escenario con Chick Corea, Tigran Hamasyan y Esperanza Spalding deja huella. Para el joven pianista israelí todo es posible. No se lo pierdan.