Casi todos los que nos aproximamos al mundo del jazz, en un momento determinado de nuestra vida, acabamos enfrascados en la lectura de uno de los maravillosos libros de Ted Gioia. “Historia del Jazz”, “El canon del Jazz” o “Cómo escuchar Jazz” por citar tan solo algunos, se han convertido en parte de mis manuales de cabecera y en ese sentido, personalmente no podría estarle más agradecido.
Sobre todo, porque probablemente fue un mal golpe de suerte, el que ha obligado a Gioia a seguir escribiendo y hablándonos de jazz en sus libros. Y es que como el propio crítico ha confesado hace unas semanas, una decisión precipitada le llevó en el pasado a perder la oportunidad de ganar seis millones de dólares…por no juzgar adecuadamente el potencial que tenían las acciones de Apple.
Explica el también autor de “Música: una historia subversiva” que ya en los años 80 era un auténtico fanático de los productos de la “manzana mordida. Mientras estudiaba un MBA en Stanford, aceptó una oferta de trabajo de Boston Consulting Group, recibiendo como parte de su “paquete de bienvenida” nada menos que un Apple II, un ordenador que en aquel momento podía costar más de 5.000 euros y con el que asegura que escribió su segundo libro, “The Imperfect Art: Reflections on Jazz and Modern Culture”.
Tanto se entusiasmó por las posibilidades que le ofrecía lo que en ese momento era poco más que un procesador de textos primitivo, que decidió invertir en la compañía y adquirió 300 acciones de Apple la misma semana que esta debutaría en Bolsa (1980) a un precio de 22 dólares por acción. En 1997, Gioia coincidiendo con la vuelta de Steve Jobs a la compañía, decidió vender toda su participación (chico listo…ains…)
“Si no hubiera vendido esas 300 acciones, por la que recibí 9.000 dólares, estas se habrían convertido en 33.600 y el posible beneficio actual sería de más de 6,4 millones de dólares” se lamentaba en Twitter, no sin comentar que la dirección actual de la compañía, puede ser la mejor para optimizar los costes y otros aspectos financieros de la misma, pero que en cambio, había perdido su capacidad para innovar e impresionar al mundo.
Por supuesto todo esto no es más que una anécdota, uno más de los “ y sis” con los que convivimos a diario. Un, me encanta esta expresión, “capitán a posteriori”, en la misma categoría de que hubiese pasado si los Beatles nunca se hubieran separado o si Miles Davis no hubiese despedido a Coltrane del grupo.
Pero también me gusta por su valor epifánico en el mundo del jazz. Porque admitámoslo: esto probablemente no le hubiese pasado a Stephen King. Y por supuesto Noah Gordon, no solo habría conservado las acciones de Apple, sino que las suyas valdrían ahora 18 millones. De Ken Follet, mejor ni hablamos. Esto pasa cuando te llamas Ted Gioia, e intentas ganarte la vida viviendo del jazz.