El próximo 23 de julio y hasta el 28 del mismo mes, San Sebastián acoge una nueva edición (y van 59) de su Jazzaldia, el festival del jazz más veterano de cuantos se celebran en nuestro país. De esas 59 ediciones, 46 han estado dirigidas por Miguel Martín, quien lleva media vida acercando a escenarios como la Plaza de la Trinidad o al Kursaal a a los mejores músicos internacionales y nacionales de la escena.
En esta ocasión, el festival rinde homenaje a William Parker, gran músico de vanguardia y uno de los grandes exponentes del free jazz y las músicas improvisadas. Nos cuenta Martín en este sentido que “la vanguardia es una opción personal que significa que el músico que la toma tiene vocación de creador y que renuncia a la autocomplacencia para buscar lo más profundo de su expresividad. William Parker es, ha sido y será un ejemplo en esta actitud. Está abierto a todas las influencias y es un maestro a la hora de crear colectivos con objetivos comunes y liderazgos compartidos.”
El otro gran vanguardista de la edición de este año no es otro que el inclasificable John Zorn, músico de mil caras y que llega a la perla del Cantábrico para ofrecer nada menos que tres conciertos con distintas formaciones. “Es un maestro. Un auténtico líder. Incansable. Inagotable en su creatividad. Carismático. Inalcanzable” afirma Martín, quien abunda en elogios hacia este tremendo trompetista, compositor y productor de todo tipo de proyectos: “adorado y respetado a ultranza por sus músicos. Capaz de generar cientos de proyectos variados, sorprendentes y trascendentes.”
No se moja demasiado sin embargo con el resto de programación de un año que cuenta con estrellas como Lakecia Benjamin, Chris Potter, Gregory Porter, Silvia Pérez Cruz o John Scofield. Así que cuando lo intentamos, sonríe y se limita a eso de “¿sabes lo del padre, o madre, y sus hijos? Apreciaré más los conciertos cuanto más los aprecie el público”. Y sin embargo sí que conseguimos arrancarle el nombre de un artista que pese a que se intentó, nunca llegó a pisar el festival: Bill Evans. Miguel Martín lo explica así: “en 1978, viendo unas imágenes que la televisión internacional difundió acerca de la situación del terrorismo en Euskadi, Bill Evans decidió que no iba a venir a Donostia a tocar, tal como estaba previsto aquel año. Murió poco después. Siempre lamentaremos su ausencia.”
Junto a los grandes carteles, el festival organiza desde hace años dos secciones paralelas: Txiki Jazz, con el que se quiere introducir a familias y a los más pequeños en esta música y del que el director de Jazzaldia explica que “hay que generar experiencias que entusiasmen a los más pequeños en un contexto cómodo y agradable para ellos. El disfrute en familia es lo que nos ha llevado a muchos a necesitar la música”; y Jazz Eñe, showcase que tiene como objetivo proyectar a los artistas españoles al exterior y que demuestra, asegura el programador, que “los músicos españoles son mucho más admirados en el extranjero de lo que nos imaginamos”.
Como no hay gran evento sin polémica, le recordamos cómo en los últimos años el festival ha recibido críticas por exhibir ciertas propuestas que no encajan ni siquiera muy tangencialmente en un festival de jazz, caso de “Village People”, o “El columpio asesino”. Críticas que Martín pasa por alto, asegurando que “este debate está ya superado hace años. Conociendo in situ el festival queda totalmente aclarado. Más de 20 propuestas de jazz, muchas de ellas comprometidas, frente a un par de conciertos “beyond”…
Pero no solo de festivales de jazz vive el aficionado, así le preguntamos sobre el papel (y probablemente responsabilidad) que tiene el Jazzaldia a la hora de dinamizar su propia escena local durante todo el año, a lo que se muestra convencido del gran momento que vive el País Vasco: “Euskadi vive un gran momento en lo que se refiere a la actividad y creatividad de nuevos músicos. Los conservatorios están dedicando una gran atención al jazz y eso genera actividad musical. Por otra parte, este mismo festival programa cerca de treinta conciertos de jazz, local e internacional de primer nivel a lo largo del año.”
Terminamos preguntándole sobre su propia huella personal sobre el festival, sobre lo que hay de él mismo en la programación como autor, pero incluso aquí mantiene un perfil institucional y se remite al clásico funcionarial, para asegurar que es “un poco presuntuoso que un programador se considere un autor. Yo me considero un servidor del público y de mi ciudad”