Construir un evento de jazz de quince días de duración en pleno centro de Europa no debe ser tarea fácil. La organización del festival de jazz de Gante se enfrenta al reto de programar una media de siete artistas diarios en el marco del género, tratando de no desviarse mucho de las bases musicales en las que se encuentra enmarcado e intentando hacerlo lo más atractivo posible para un público deseoso de directos.
Quizá esta sea la razón principal para que en muchos de los eventos de este tipo que se organizan a nivel mundial, sean cada vez más frecuentes esas “ovejas descarriadas” que poco o nada tienen que ver con el jazz. No es exactamente el caso de nuestro protagonista de hoy, pero estamos seguros de que una mayoría absoluta de encuestados acerca de si la música que toca Elíades Ochoa es jazz, dirían que no lo es.
Es interesante plantearse esta cuestión de vez en cuando, sobre todo cuando nos negamos insistentemente y a veces de manera inconsciente, la posibilidad de sacar las neuronas a pasear allá fuera de los años 50 y 60. ¿Qué es jazz y qué no? Adam Neely, famoso músico divulgador en las redes realizó hace poco un análisis de esta cuestión a raíz del encumbramiento mundial de Laufey como salvadora del jazz. Si al final, como bien argumenta Neely (partiendo de razonamientos del trompetista Wynton Marsalis), el jazz debe contener algo de swing, blues e improvisación, aparte de tener unas bases culturales verdaderamente delimitadas y unas raíces identificables en su comunidad de origen, se me hace difícil aducir que Elíades Ochoa no tenga que ver algo con el jazz; al mismo tiempo intentar convencer a alguien de ello sería tarea complicada.
La conexión existe, y como bien me decía mi compañera de CaravanJazz Itziar Yagüe, “la relación entre la música cubana tradicional y el jazz es estrecha y muy fructífera”. Y así pudimos comprobarlo después de lo que el músico cubano de 78 años y su banda mostraron en Gante el pasado domingo frente a un público ansioso que abarrotaba el recinto frente al escenario principal.
Se podía sentir en el ambiente las ganas tremendas de escuchar al guitarrista y su grupo, y durante el ensayo previo abierto al público, muchos no dudaron en empezar a mover sus caderas al ritmo de unos sones que presagiaban un concierto a la altura de lo esperado: y así fue. Aunque de inicio se mostró un poco frío con los asistentes, la propia música hizo lo suyo, y pronto la conexión entre música y espectador se hizo realidad. Muchos no entendieron nada, porque el músico se dirigía siempre a ellos en español, pero a él no le importó, y creo que tampoco a los allí presentes.
Porque como bien decía en una de las entrevistas en el backstage previas al concierto, “yo hablo español, pero también uso el lenguaje más universal que existe, y al final toque donde toque todos me comprenden”. El músico cubano (completamente de negro junto a su sombrero inconfundible) y su banda (de blanco, marcando el contraste) sacaron a pasear por el escenario varios temas de sus últimos dos álbumes, “Guajiro” (2023, World Circuit) y “Vamos a bailar un son” (2024) y allí sonaron contundentes “Guateque campesino”, “Pajarito voló” y “Anita Tun Tun Tun” entre otros temas, todos con evidentes influencias de la Vieja Trova Santiaguera.
Es cierto que hoy en día es visible que los 78 años comienzan a hacer mella en el músico, y aunque en más de una ocasión sus compañeros salieron a socorrerlo, su voz inconfundible y su energía fueron de menos a más, y el conjunto marcó un hito importante en el festival de este año aportando el ritmo que en ocasiones le ha faltado. El momento más especial llegó cuando Elíades anunció “una de esas canciones que no van a morir nunca”. Se refería a “Chan Chan”, tema con el que tanto él como el Buena Vista Social Club regalaron la fama más absoluta a la música tradicional cubana fuera de sus fronteras. Los asistentes rompieron en aplausos cuando comenzaron a escucharse los primeros acordes del tema, y ciertamente uno se siente parte de la historia musical por unos momentos mientras esta leyenda de la música cubana canta este tema frente a ti.
Elíades se despidió con “Píntate los labios María”, consiguiendo que un público entregado a los ecos más tradicionales de la isla bailase al ritmo de sus sones tan particulares, y prometiendo “seguir haciendo música, porque estos conciertos son los que me dan salud y fuerza”.
¡Y esperemos que así sea, viva Cuba y viva Elíades!
Fotografías: Gent Jazz Festival