Sumrrá y el Niño de Elche se entrelazan en un espectacular viaje reivindicador que te hace experimentar sensaciones que parecían escondidas en lo más profundo de las tinieblas de nuestra humanidad. Unidos por sorpresa (nadie conocía de este proyecto9, y sin haber pronunciado ni una sola palabra sobre el mismo, reciben la llamada desde el Festival de Vitoria para participar en esta 47º edición. Se miran entre ellos. “Está claro que este festival cuenta con espías”, (risas).
Esta nueva propuesta empieza fuerte, con un sonido estridente, taladrador. La voz del Niño de Elche retumba desde los oídos hasta nuestros adentros. Nos resulta incómodo. Es provocador. Siento angustia, malestar, terror. Es desgarrador, y sonidos agudos acompañan el desagarro. Hay sufrimiento, como si le estuvieran quitando la piel a tiras. Algo malo está pasando.
Terminado el primer conjunto de temas, el público aplaude con efusividad.
Las notas que componen los siguientes temas dicen mucho más que su tonalidad. Cada una cuenta una historia. La voz acompaña poniendo letra a la narración. El sonido pesa tanto que los versos se convierten en un coro que los amplifica cual mantras. Vibran las vocales, se alargan. Hasta llegar al silencio.
Finaliza el segundo bloque. Los aplausos son más fuertes. Más efusivos.
También encontramos algún espectador algo confuso que llegó antes de tiempo al concierto de Tomatito y Camilo. Sin dar crédito a lo que ve, agradece un respiro, y que los intérpretes interrumpan el viaje para compartirnos una anécdota que nos hace reír: “Qué riquiños los Sumrrá que después de 25 años han decidido adoptar a un niño” (esta frase se la encontraron en la prensa días antes de su aparición en Vitoria, narraba Xacobe Martínez Antelo).
El trío gallego y el Niño no habían colaborado anteriormente. Los Sumrrá, de hecho, en 25 años de trayectoria, apenas habían hecho colaboraciones con otros artistas, algo que dignifica al Niño de Elche, quien se siente sumamente agradecido por tal honor. A su vez, Sumrrá elogia tal colaboración, sintiéndose muy orgullosos del resultado obtenido.
La noche ya está acariciando Mendizarroza, y el sonido del concierto vuelve a encontrarnos.
Ahora, empieza hablando el contrabajo, con notas fuertes y punzantes. Y a continuación, el Niño suena de nuevo. Después de una conversación a dos voces, se animan a participar el piano y la batería, creando una armónica melodía mucho más fácil de escuchar, y con un toque de melancolía. Este tema, lo finalizan besos.
Continúan el siguiente tema con un carácter más intenso, que roza la emoción del enfado. Tiene notas cortas, concisas, y el tono es duro. Siento reivindicación. Desacuerdo. Se le escucha alzar la voz por los “sin tierra”.
El concierto continúa relatado en forma de poesía, de esperanza, haciendo un llamamiento a la libertad. Las palabras son claras y el sonido que acompaña aloja en cada nota lo que la voz del Niño está cantando: “I have a dream”. La claridad se convierte en locura. El sueño en pesadilla. “I have a dream”, repite una y otra vez.
Después de los aplausos llega la calma, con un último tema que nos abraza para hacernos sentir bien. Se oye una voz, vergonzosas teclas del piano, hablando de ella… Rosalía de Castro. Cuentan su historia. Nos envuelven, nos acunan, nos acarician las notas y nos recuerdan que todo pasa. Que todo vuelve.
“Rosalía de Castro”, tema de Sumrrá sin letra durante años. Hasta que llegó el Niño y la tatuó en el alma del grupo. Y en la nuestra. Ya siempre será la letra que lo acompañe.
Llegó el fin de la actuación. Pasó volando. Nuestras emociones convergen en aquel lugar llamado mente. Lugar en el que estos cuatro músicos llevan una hora y media jugando para hacernos sentir. Sentir. Sentir… y vivir un apasionado viaje lleno de notas y palabras que seguro, no nos han dejado, ni si quiera, indiferentes. Con ellos todo pesa, todo vale. Y no poque valga cualquier cosa, sino por el coraje que tiene cada sonido que han ofrecido esta noche.
Y es que, por fin, se escucha a los silenciados con palabras que pronuncian lo nunca escuchado. Por fin se mira a los oprimidos con gestos que no olvidaremos. Por fin los sin nombre tienen apellidos que nos señalan para que sepamos quienes son.
Sumrrá y el Niño de Elche han creado un sonido reivindicador, y nos recuerdan que la vida pertenece al mundo, y que nosotros formamos parte de él. No estamos solos.
Los leones rugen. Temed cazadores.
Niño de Elche (voz), Manuel Gutiérrez (piano), Xacobe Martínez Antelo (contrabajo), Lar Legido (batería).
Concierto: viernes 19 de Julio. Polideportivo Mendizorrotza. Festival de Jazz de Vitoria.