«Un tratado muy necesario», dijo Wayne Shorter sobre la obra de Patricia Zárate de Pérez. Nacida en Chile Patricia es la directora del festival de Jazz de Panamá y del centro de Musicoterapia de Panamá. Casada con el pianista Danilo Pérez, cuenta con una licenciatura en Musicoterapia, una maestría en Estudios de Jazz, y está completando un doctorado en Desarrollo Social e Inclusión Global.
Su carrera como saxofonista, musicoterapeuta y educadora la ha llevado a trabajar en cuatro continentes, y actualmente enseña jazz global y activismo social en el Berklee Global Jazz Institute y es parte del equipo de musicoterapia en Berklee College of Music en Boston. En su libro «Panamanian Suite» – su obra maestra a la cual dedicó 7 años de su vida -, Patricia rehabilita el rol de Panamá y explora la compleja relación entre Panamá y Estados Unidos a través del desarrollo del jazz desde el siglo XIX hasta la actualidad.
El libro destaca el papel crucial de Panamá en la evolución del jazz y otras formas culturales, examinando estas influencias desde una perspectiva Pan-Afro-Latinoamericana. Con «Panamanian Suite», Zárate de Pérez ofrece una narrativa profunda y rica de la historia del jazz en Panamá y su impacto en la cultura del jazz a nivel mundial. Hemos tenido la oportunidad de charlar con ella.
No se sabe mucho del rol de Panamá en la historia del jazz. ¿A qué crees que se debe?
Ninguno de nosotros ha escuchado de la historia del jazz en Panamá, o mejor dicho, la historia del jazz desde un punto de vista panameño. Desde 1870 hasta el día de hoy, Panamá nunca ha sido reconocido como parte de la historia del jazz, ni al principio ni ahora. En este libro doy algunas perspectivas y explicaciones del porqué el país nunca se ha reconocido como un gran país del jazz. Doy varias respuestas a eso y varias conclusiones.
Tengo algunas reservas sobre la historia del jazz en general porque, como todas las historias, está escrita por las personas que tienen la facilidad de escribirla. No es necesariamente la gente que es parte de esta historia, sino los que pueden escribirla. Es como el cuento del cazador y de la presa; la cuenta siempre el cazador. Además, hay que tener cuidado con otra cosa. Hay una comunidad panameña que sí conoce toda esta historia muy bien. Esa comunidad panameña de Jazzmen y Jazzwomen ve el jazz desde el principio como un movimiento cultural transnacional. Esto no es algo nuevo para ellos. Es nuevo para el resto del mundo.
Ahora, ¿por qué el resto del mundo no lo sabe? Hay varias explicaciones. Primero, una de las cosas que hay que tener en cuenta es el racismo. Es algo que queremos cubrir inevitablemente, pero tal como la historia de los Estados Unidos, la historia de Panamá está muy vinculada con la historia del racismo y la esclavitud. ¿Cómo llegaron los negros a América? Eso no podemos dejar de mencionarlo a la hora de tocar la historia de Panamá y la historia del jazz. El jazz es primero un movimiento cultural afroamericano. La construcción del canal de Panamá y la historia del jazz en Panamá coinciden prácticamente en todo.
El jazz llega a Panamá por la construcción del canal, y Estados Unidos exporta durante la obra del canal un sistema de apartheid, que es el Silver Gold System. El apartheid crea un espacio y un modo de vida igual o muy parecido a lo que pasa en el sur de los Estados Unidos con las leyes Jim Crow. Esa historia también cuenta mucho sobre la supremacía blanca y el imperialismo, y sobre la base sobre la cual están construidos nuestros países americanos y particularmente nuestros países del Caribe. El contexto histórico en el cual todo el movimiento del jazz germina, no lo queremos ver.
En 1870, en Panamá, empieza la resistencia contra el racismo a través de grandes bandas. Los movimientos panafricanos al principio del siglo XX eran muy fuertes. Panamá siempre ha sido un lugar central. Citando a mi mentor, el profesor David Carrasco de Latin American Studies de la Universidad de Harvard, es «una centrífuga». Todo el mundo pasa por Panamá; el oro de Perú pasó por Panamá, y el primer espacio donde los españoles llegaron al continente americano fue Panamá. Una de las cosas que pasa es que tenemos que borrar esta conexión panamericana porque, si no, deja de ser tan gringo como los norteamericanos quieren que sea.
Los gringos dicen: «el jazz es el regalo que le ha dado Estados Unidos al mundo». Sin embargo, si empezamos a sacar la narrativa de EE.UU., ya no es tan americano como ellos se llaman. Centroamérica estuvo en contacto desde siempre con este movimiento cultural pan-afroamericano que creó el jazz. Si recordamos la historia de Nueva Orleans, primero fue española, luego francesa y luego finalmente estadounidense. Fue el tercer o cuarto imperio que lo compró, pero ya cuando llegaron los gringos se hablaba francés y español en la calle. Yo diría que era el norte de Latinoamérica de alguna forma.
Jelly Roll Morton dijo desde principios del siglo XX que la diferencia entre el jazz y todas las demás músicas latinoamericanas era este «latin tinge». Los estadounidenses quieren hacer una separación entre el jazz y el latin jazz, como diciendo: ustedes tocan latin jazz, es otra cosa. Lo que estamos haciendo con este libro es tratar de rehabilitar no sólo el rol de Panamá sino el rol de todo el Caribe. Sin este «latin tinge» el jazz no existiría.
¿Qué acciones de reparación han tomado los artistas panameños?
Una de las acciones que hacemos es organizar todos los años el Panamá Jazz Festival. Honramos a un personaje del jazz panameño que muchas veces la gente no sabe que es panameño. El país ha producido grandes músicos, pero todos creen que son estadounidenses. Luis Russell, por ejemplo, el director musical de Louis Armstrong, quien es la persona que lo llevó a la fama, era de Bocas del Toro. Randy Weston, Eric Dolphy, Billy Cobham; Randy Weston cuenta en su biografía que su papá trabajaba en el canal de Panamá, y a él le dieron ganas de ser pianista escuchando a un pianista en un bar en Colón donde iban los trabajadores del canal. Sonny White, el pianista de Billie Holiday, quien compuso la famosa canción «Strange Fruit», era panameño. También está Vernon Andrade.
Hay que entender también la importancia de la obra del canal y de los puertos de Panamá, como Panamá, Colón y Bocas del Toro a principios del siglo XX. Había barcos cargados de músicos que hacían el trayecto Nueva York-Nueva Orleans-Panamá todas las semanas. Franck Anderson y otros eran los primeros en recibir la música escrita y publicada en Nueva York. Imprimían una nueva canción en Nueva York y a la semana llegaba a Bocas del Toro.
Hoy en día, ¿es fácil encontrar jazz en las calles de Panamá?
Como muchos movimientos culturales afrodescendientes, el jazz no está apoyado como debería en Panamá, a pesar de que el festival sí está muy bien apoyado por las instituciones y empresas. Durante el año, tenemos una fundación, la Fundación Danilo Pérez, que organiza conciertos y sirve como escuela.
Cerraron varios negocios con la pandemia también, pero hay muchísimo jazz en enero. Tuvimos 41.000 personas visitando el festival el año pasado, de todas partes del mundo. Y creemos profundamente en esa dinámica. Tenemos proyectos de varias orquestas, como Las Hijas del Jazz, que es una orquesta de mujeres, y el Luis Russell Collective, que está activo todo el año también.
¿Tu rol de directora del festival te ha ayudado en la redacción del libro?
El motivo por el cual escribí el libro es el festival de jazz. Al principio, yo entendía que había una relación entre el jazz y Panamá, pero no sabía que era tan intensa. Me decían que eso tenía una gran historia, pero la historia solo puede ser historia a partir del momento en que encuentras más pruebas. Eso yo no lo podía encontrar, hasta el año 2015. Gané una beca de la Universidad de Harvard para investigar más sobre la historia. Mi idea al principio era escribir un buen artículo.
La Universidad de Harvard tiene una de las bibliotecas más grandes del mundo, y en ese lugar encontré las pruebas que necesitaba sobre todo lo que me habían contado. Ya no me alcanzaba el artículo para relatar todo el material que había encontrado, entonces decidí hacer un libro. Cuando tuve el acceso, puse el máximo de música en acceso libre. El mayor problema es que no teníamos acceso a esa información porque no sabíamos dónde estaba. Se abre todo un paraguas a medida de la lectura del libro, de la misma forma que se me revelaron a mí esas informaciones. Y no solo del jazz, sino también de la música popular afrodescendiente en Panamá.
La fuente más importante en Panamá es la historia oral, es la gente. Hay etnografías de eso. Ocupo muchas disciplinas para poder reunir toda esa historia. Existen videos que pude visualizar, voy a la biblioteca nacional a entrevistar, comparar. Hay también archivos que se encuentran en colecciones privadas regadas por todo el mundo. Visité coleccionadores de discos en Panamá también. El jazz se grabó muy poco porque los músicos de jazz en Latinoamérica grababan salsa y guaracha.
En este sentido, también la historia de la música popular está muy vinculada con la historia del jazz. Tuve que ir a la casa de los nietos de los músicos de hace unos 50 o 60 años. Los archivos que hay en Panamá, muchos se están deteriorando por el clima. Quiero poner todo lo que tengo en una galería en el sitio web de Panamanian suite donde pueden encontrar mucha información sobre el jazz en Panamá.