Cuando durante la pasada primavera toda Europa y gran parte del mundo estaba sumida en un confinamiento sin precedentes, los colegas de la escena de swing local propusieron hacer una pequeña fiesta a través de Zoom. Cada cual en su casa y el swing en la de todas. La retransmisión algo opaca del sonido a través de la aplicación de videollamada me hizo pensar en la sintonización de emisoras de radio prohibidas en los tiempos de la segunda guerra mundial, cuando los atronadores bombardeos propiciaban paradójicamente el espacio necesario para poder escuchar jazz y pasar desapercibido.