Nació en San Remo (Italia) y creció en Barcelona. Ha grabado en metrópolis como San Francisco (California), ha tocado y liderado grupos en los escenarios de multitud de países de hasta cuatro continentes. Ha tocado de hecho por toda Europa, numerosas veces en Alemania (lugar desde el que escribo) y tiene diez álbumes grabados. Giulia Valle es un peso pesado del jazz de la Península como compositora, contrabajista y líder de diferentes combos y agrupaciones.
Su prolífica carrera encuentra inspiración en los cuatro puntos cardinales incluyendo las músicas de raíz en la Península y Latinoamérica, pero yendo mucho más allá también. Es difícil de etiquetar precisamente por ese eclecticismo y personalidad que hay en su música. En mi interés por documentar la experiencia vital de las jazzistas más veteranas de nuestro país, tuve la oportunidad de charlar con ella el pasado mayo.
¿Cuándo entraste en contacto con el jazz dentro de tu formación musical? Cuéntame un poquito dónde están tus raíces musicales
Giulia Valle: Un poco en todo, empecé a escuchar música desde muy pequeña y empecé escuchando mucha música clásica y luego me aficioné al rock de los años 70 e incluso anterior, Jimmy Hendrix, Led Zeppelin, The Who, y al jazz también. Entré en el jazz por varias vías. Ya a finales de los 80, cuando yo aún era muy joven, me escapaba y me iba al a La Cova del Drac a escuchar conciertos, y fue una música que me entró muy fácil.
Tuve la sensación de que era un lenguaje bastante cercano. Pero hay que tener en cuenta que el jazz abarca más de un siglo de música; yo he investigado muchas músicas diferentes. Por eso para mí en este momento actual, un músico de jazz es el que se interesa por diferentes tradiciones. Yo tengo un background clásico pero tengo muchas inquietudes. Desde el mainstream hasta géneros muy fusionados o incluso el free jazz. Aunque hay un denominador común que hace que sea una música que dos músicos de dos puntos diferentes del planeta vayan a poder tocar juntos, que puedan ejecutar e improvisar sobre ella.
Pero hay mucho desconocimiento en cuanto al jazz entre el público y parte de esta responsabilidad la tienen los músicos. El público se horroriza porque piensa que es demasiado intelectual y yo pienso que el intelecto es muy importante siempre y cuando vaya acompañado de la víscera. A mí no me sirve nada que sea demasiado visceral si no hay intelecto detrás, pero tampoco me sirve algo demasiado intelectual si no hay víscera o no hay una rítmica o no hay algo que atrape. Y la música tiene que atrapar al oyente neófito. Es el oyente cuya opinión, bajo mi punto de vista, merece más atención. Una persona que de repente piensa, wow, esto es jazz y no lo sabía, pero me ha puesto la piel de gallina.
¿En qué año debutaste como instrumentista en el terreno del jazz?
G.V. Realmente empecé clásico y jazz a la vez. Estuve un tiempo jugando un poco con el bajo eléctrico, pero a la que ya tuve un contrabajo en la mano, tuve claro que tenía que estudiar clásico. Lo asumí como parte de mi carrera.
Y la música clásica la he utilizado mucho a nivel compositivo. La he analizado, la he estudiado. A nivel instrumental me sirvió como soporte simplemente para desarrollar una técnica más sólida con el instrumento. Si la pregunta es en qué año empecé a hacer bolos como contrabajista pues fue en torno al 1993.
También te formaste fuera de España, ¿es correcto?
G.V. Me he formado todo lo que he podido y efectivamente, solicité becas y ayudas. Si quería ir a una clase de François Rabbath, tenías que ahorrar mucho. Te ibas a hacer unas clases cada dos meses con él. Pero esa clase no tenía precio. Por aquel entonces, cualquier cosa que quisieras hacer – te hablo de hace 25 años – tenía mucho más valor.
Eran tiempos con más escasez de medios que ahora. Estaba también el Taller de Músics, que es una institución de gran importancia, sobre todo porque te permitía estar en contacto con otros músicos y demostrar que las escuelas sirven sobre todo para eso. Pero en aquel entonces no existía todavía un grado superior (en jazz), todo se estaba construyendo.
Barcelona empezó a brillar en ese sentido después de la dictadura y ahora Barcelona es una de las ciudades europeas que mayor número de músicos alberga y ahora tiene ya tres escuelas superiores en una ciudad que tampoco es tan grande.
¿Recuerdas algún referente femenino como instrumentista de jazz en España o en tu tierra natal en generaciones previas a la tuya?
G.V. Nuestro referente allí en Cataluña en aquel entonces era Elisabet Raspall, que acababa de volver de la Berklee y era un poco la pianista de moda en ese momento. Pero se podría decir que era la única mujer que había en ese momento. Y sí, claro que me sirvió de inspiración, sin duda. Pero no recuerdo a nadie más.
¿Echaste en algún momento en falta que hubiera más mujeres en la escena? ¿Era la escena demasiado masculina?
G.V. Era totalmente masculina, y para una contrabajista que además tenía ya un poco madera de líder… A mí me gustaba tocar de todo y en todo tipo de formatos, pero ya desde joven me di cuenta de que yo quería ser la jefa de mis proyectos, lo cual no quiere decir que no me encante también hacer de sideman en ocasiones, a veces incluso sin apenas cobrar nada.
Ahora por ejemplo estoy en la Big Band de un alumno mío que se va a graduar del grado superior, y me encanta estar ahí con ellos. Hago de sideman un poco de forma selectiva porque por suerte no necesito hacerlo por dinero. Es un poco al revés de lo que suele pasar. Pero la realidad es que yo no sé si sirvo mucho para sideman; tengo demasiadas opiniones férreas.
Cuando hay cosas con las que no me siento identificada, no ya tanto por género musical, sino por tratamiento de la música, prefiero no ser yo la que esté ahí al contrabajo, porque no voy a hacer feliz a la persona que me llama, ni yo voy a ser feliz. Pero esto sucede muy pocas veces y no es un dato muy relevante. Lo que es relevante es que desde 2003, que hice mi primer disco, Colorista, no he parado ya de hacer mi música y liderar proyectos propios.
Es decir, componer y arreglar han sido tus principales ocupaciones como músico
G.V. Sí, contrabajista es casi lo de menos. El contrabajo es un vehículo, un nexo con el resto del proyecto. Pero lo más enriquecedor de todo esto es sobre todo generar bandas que funcionan en el escenario. Ser consciente de los músicos que tengo, saber dónde puede brillar más este músico o aquel. Al final es un acto de generosidad también.
Y también me dedico bastante a la docencia y me gusta mucho. Docencia más a nivel global, no tanto del instrumento, sino que doy clases de improvisación, de combo, de composición, que también sirven para que la gente desarrolle su propio criterio, algo que es importante, más aún en una disciplina artística.
Das clases en el Conservatori Liceu ¿y en alguna Escuela más?
G.V. Doy en el Liceo, en Badalona, en la Escola de Música Moderna (EMMB) y también durante bastantes años y ahora de forma un poco más ocasional de repertorista en la Escola Superior de Música de Catalunya (ESMUC), es decir, ahí toco con los alumnos con un buen trío de base, trabajo de repertorista y hago que la gente esté activa, es decir, les ayudamos a montar su repertorio, a improvisar con un trío que toca de verdad, que se adapta a sus necesidades. Un trabajo de repertorista como en el clásico, pero en este caso en el jazz.
Cuéntanos un poco también tu trayectoria como líder de combos de jazz y tu carrera discográfica
G.V. Tengo diez discos. He tenido varios grupos. He tenido el Quinteto, el Trío, el Ensemble, Líbera, el proyecto de Carlos Cano… Líbera ha sido un grupo que ha evolucionado y que ha aglutinado a muchos músicos, ha sido una especie de “work in progress” pero al final hay un disco que se llama Líbera, que en su día no fue nada comprendido y ahora empieza a ser muy escuchado y esto me gusta. Es un disco que lo trabajé a nivel de postproducción como si fuera un disco de pop, le di ese tratamiento y suena del carajo.
He llevado a escenario bastantes grupos, quizás los más destacables han sido estos cinco de hecho. El Giulia Valle Group duró diez años y tengo cuatro discos con Giulia Valle Group. Después estuvo Líbera, después el Ensemble, después Carlos Cano (aquí hace referencia al grupo creado para el proyecto «Carlos Cano en Clave de Jazz») y el Trío, con el que también tengo un disco grabado en San Francisco en directo, con Marco Mezquida y con Xirgu.
El proyecto de Carlos Cano es muy diferente a trabajos previos. Cuéntanos más.
G.V. Sí, Carlos Cano ha sido diferente. Carlos Cano ha sido otra cosa que me ha enriquecido un montón. Ha sido una experiencia increíble.
¿En qué sentido ha sido diferente?
G.V. De entrada, esto no era música mía, era ponerme al servicio de otra persona, de un poeta, y meterme en ese universo que yo desconocía bastante. Más allá de María la Portuguesa, que creo que era lo único que realmente yo atribuía a Carlos Cano en mi ignorancia, que es un temazo por cierto… Pero escuchas versiones que no son la suya y no te das cuenta del carácter, del drama y de la atemporalidad que tienen, no ya solo María la Portuguesa, sino todas sus letras.
Cualquiera de los Carlos Cano que he podido conocer, ya fuera el reivindicador, ya fuera el intimista, ya fuera el cronista… ¡Es que era un poeta, una elegancia! Me ha iluminado mucho y por algún motivo he sentido mucha afinidad con este Ser. Ha sido un descubrimiento. Realmente agradezco mucho que se me haya dado la posibilidad de hacer este trabajo, y además el reto de llevar esto a mi terreno sin perder la esencia.
No son covers, no son arreglos al uso, que dices “voy a coger copla o voy a coger este tema” y lo voy a “jazzificar”, me estoy inventando el término – comenta entre risas –. Ok, lo voy a llevar a mi terreno, pero voy a respetar el mensaje, voy a respetar el embrión melódico, ya partir de ahí voy a estirar, acortar, rítmicamente modificar, lo voy a meter en un terreno en el que letra y música vayan muy cogidas de la mano, y aquí resalta el hecho de que seamos seis músicos en el escenario. Hubiéramos podido ser solo tres: voz, piano y contrabajo…
El registro de este disco es muy diferente a otros trabajos previos, como por ejemplo Eden Club ¿Qué hay de ti en un disco como Eden Club, qué destacarías de ese trabajo previo?
G.V. Pues es que en todo lo que he hecho hay de mí realmente. ¿Quién me decía…? Jorge Rossy, Xirgu, Pastor también… «Romántica y punk» y creo que es en cierta manera así.
Entiendo que lo de punk es un poco figurado, un poco en referencia a tus inclinaciones hacia el free jazz
G.V. Sí, pero si escuchas el disco Líbera, por ejemplo, o incluso el Trío o Giulia Valle Group hay temas que son punk, literalmente, sobre todo en Líbera, porque Líbera tiene guitarra eléctrica…Ahora bien, rítmicamente sofisticados. Lo bueno es esto, que podemos entender la arquitectura de la música y a partir de ahí hacemos más o menos lo que nos de la gana, respetando unos cánones, eso sí.
A veces me preguntaban «¿esto es improvisado?» ¡Uf! Explica esto… no, no es improvisado, está todo muy establecido. Para improvisar encima de esto tienes que conocer muy bien un lenguaje determinado…. Básicamente vengo a decir, yo me reconozco en todo lo que he hecho. En el fondo no hay tanta diferencia. La diferencia básicamente, entre el proyecto de Carlos Cano y Eden Club o el trío, o Giulia Valle Group o Líbera… es que en Cano hay unas letras, unas canciones, que son las que llevan el timón, y trabajar con una vocalista es muy agradecido y trabajar con Rusó ha sido muy agradecido.
Pero en realidad, la esencia, el tratamiento de los temas, la inmersión que he hecho de escritura es muy parecida. Simplemente en lo de Cano he tenido que ponerme “al servicio de”… Lo cual es maravilloso, porque es un trabajo de aprendizaje, pero la Giulia que hay ahí detrás es la misma de los otros discos.
Contabas en otra entrevista que ya habías grabado con Silvia Pérez Cruz, que también se mueve en terrenos similares al del trabajo de Carlos Cano. ¿Qué hay de esa experiencia en el proyecto de Carlos Cano? ¿Te sirvió de alguna manera ese precedente?
G.V. No porque en aquel trabajo no hice yo los arreglos. Era otra cosa, era música de Bill Evans… La anécdota es que cuando grabé con Silvia estaba embarazadísima y cuando grabé con Rusó también estaba embarazadísima. Me hace gracia pensar que las dos hayan grabado un disco conmigo justo antes de parir, pero en realidad no tiene mucho que ver.
Carlos Cano ha sido mucho más laborioso, porque los arreglos de Cano eran fucking difíciles y para esto Rusó tuvo que hacer una inmersión importante también. Piensa que la música de Bill Evans – en referencia al proyecto con Sílvia Pérez Cruz – forma parte ya del cancionero norteamericano, forma parte del lenguaje común que tenemos nosotros (los músicos de jazz). Que hubiera temas de Bill Evans con letra hacía que alguien lo pudiera cantar. Pero este caso fue muy diferente.
En este caso fue entrar en el folclore del señor Cano, que él tenía su folclore personal, más allá de que fuera andaluz y de que obviamente había esa raíz andaluza, y esa cosa con la copla… Pero él iba mucho más allá. Yo lo escucho y escucho muchas más músicas, o me lleva a muchos sitios. Pero claro, no deja de ser un legado musical que yo conocía poco, pero por suerte, al tratarse de Carlos Cano, que ya de por sí era un tipo muy ecléctico, se hizo más fácil ese trabajo. Hay temas que rítmicamente es casi chacarera, latinoamericano… yo escucho el fado también (en su música). Escucho muchas cosas de hecho…. En resumen, fueron proyectos muy distintos.
Por último, te quería preguntar sobre la pandemia, más allá de las partes negativas evidentes (imposibilidad de giras en el extranjero, tiempo confinado…). Más allá de lo obvio, ¿qué ha supuesto para ti estos tiempos?
G.V. No lo sé. En el primer confinamiento yo notaba que estábamos bastante bien…. Bueno, yo me maté a dar clases telemáticas. Los cursos académicos se salvaron y yo tengo grupos de alumnos grandes y tenía que cuadruplicar mis horas de trabajo porque por zoom no puedes dar una clase a un grupo de catorce personas a la vez. Entonces tienes que hacer cuatro grupos de cuatros personas, por ejemplo.
Pero también me sirvió para reflexionar, planear cosas… Yo creo que fue un momento general en el que la gente se estaba empezando a plantear un sistema alternativo. Porque lo que no se aguanta es este sistema en el que estamos, este neoliberalismo económico, aunque no quiero hablar de política. Pero hay una serie de cosas que nos demostraron que esto no funciona. Y yo creo que el problema fue el desconfinamiento, no el confinamiento. Nos desconfinaron a destiempo, a patadas en el culo, castigados, y esto nos ha erosionado mucho. No sé si esto ha salvado la economía del país más o menos, no lo creo, pero lo que sí sé es que estamos todos bastante cansados. Ha sido un año muy duro. Pero para mí la dureza empezó a partir de que se volvieron a abrir las puertas.
¿En qué sentido?
G.V. En el sentido de que se vuelve a la vida más o menos normal, pero con un millón de restricciones, mascarillas, bares cerrados, toques de queda. Luego tienes que coger el metro para ir a currar y está lleno de gente el metro. Todos a la merced de si la vacuna funciona o no. Todos a la merced de no se sabe bien qué y con miedo. El resultado de todo esto no te sabría decir, pero tengo curiosidad por ver qué va a pasar cuando ya….
¿Cuándo haya esa supuesta inmunidad de rebaño?
G.V. Sí, tengo curiosidad por ver cómo va a reaccionar la humanidad.
Sí, bueno, hay gente que prevé que va a haber un boom tremendo de la música en directo…. Aquí en Alemania no hay conciertos desde el 1 de noviembre del año pasado
G.V. Bueno, aquí en Barcelona no los habría igual porque ya casi no hay sitios donde tocar…. Quedan muy pocos sitios. Es que ya veníamos muy mal de antes de la pandemia. Yo tengo un recuerdo de los meses previos al primer confinamiento de mucha oscuridad, cuando todavía no se había hablado siquiera del COVID. Pero había un ambiente muy apagado, muy triste, muy desangelado…. Y en realidad el confinamiento fue como un «¡Uf!» Porque era difícil el día a día…
¿Ha sido como un reseteo entonces?
G.V. Sí, pero creativamente para mí ha sido una basura porque me maté a dar clases… También porque nosotros (los músicos) funcionamos mucho por deadlines. Si armo un proyecto y sé que el día tal lo estreno en tal sitio, ya estoy encarrilada, pero si no tengo eso, ya…. Ha sido un año duro y no hemos tenido ni mucha inspiración ni tiempo. Ha sido un año de sobrevivir una pequeña guerra y no sé para dónde va a ir esto.
Ojalá sea como vaticinan algunos economistas de que va a haber una eclosión bestial a todos los niveles. Otros vaticinan que va a ser una puta mierda pero es que nos llevan vaticinando eso desde el 2008. A la gente que ahora tiene 20 años, desde que tenían ocho no hacen más que decirles que les espera un futuro de mierda.
Sí efectivamente, desde 2008 no hemos vuelto a ser optimistas
G.V. Sí, llevamos ahí un enlace bestial de cosas…