De vez en cuando alguien me pregunta sobre lo que hago en Caravan Jazz. Sobre cómo empecé a interesarme por esta música maravillosa y qué es lo que tiene que no tengan otros estilos musicales que también me interesan.
Casi inevitablemente, si la persona con la que hablo no incluye el jazz entre el tipo de música que suele escuchar, me pregunta no tanto por dónde empezar, sino qué disco debería pinchar una persona que no sabe prácticamente nada. Normalmente tiendo a dirigir su atención hacia la música moderna, averiguando antes qué música suele escuchar, de modo que una vez entre en el mundo del jazz, se encuentre en un terreno hasta cierto punto familiar. Pero inevitablemente, si la conversación se alarga, hablamos de grandes clásicos.
Y sí, hablamos de Miles o de Coltrane, pero no tardan en surgir también nombres como los de Billie Holiday y muy especialmente el de Ella Fitzgerald. Y es que las cosas como son: un mundo en el que Ella Fitzgerald no hubiese cantado, sería sin lugar a dudas, un mundo un poquito más triste, un poquito peor.
The first lady of Jazz
Precisamente hace unas semanas, Libros del Kultrum publicaba “Ella Fitzgerald: la cantante que transformó la canción norteamericana”. En la biografía de la que se conoce como “The first lady of Jazz, la historiadora y musicóloga Judith Tick recorre las andanzas de la artista. Una vocalista que, durante más de medio siglo, se convertirá en una auténtica fuerza de la ella naturaleza, un antes y un después en la música norteamericana.
El volumen que llega ahora a las librerías es tan minucioso como exhaustivo y refleja más de diez años de investigación, en los que Tick ha podido tener acceso a fuentes no consultadas hasta la fecha, completándolas con una amplio número de entrevistas a familiares y otros artistas que tuvieron la oportunidad de conocerla.
De la historia menos conocida de la artista, Tick rescata por ejemplo la difícil infancia de Ella en Yonkers (Nueva York), que tras la trágica muerte de su madre, la llevó directamente a tener que sobrevivir en la calle y tras distintos altercados, se encontró encerrada en un reformatorio, donde permaneció durante más de un año.
Pese a ser víctima de toda suerte de abusos, fue aquí donde empezó a destacar en el coro y a soñar también con probar suerte como bailarina. Retratos que leemos en la prensa afroamericana de la época y que tal vez en este libro se destacan por primera vez, dan cuenta de sus primeros pasos como artista, que incluyeron no pocas experiencias desagradables en primer lugar por la discriminación racial, pero también por no encajar con el modelo de feminidad “deseable” a medidados del siglo XX. Y es que aunque cantaba como los ángeles, Ella ni era grácil, ni esbelta ni podía “competir” en el imaginario machista del momento.
Además de repasar su posterior consolidación dentro del star system y el nacimiento de una estrella, la aproximación de Tick también pone de manifiesto lo obsoleta que resulta la visión que en ocasiones desde el siglo XXI, se tiene de la época dorada del jazz y que pone en un segundo plano el jazz vocal, frente al instrumental. Una visión que por otro lado Ella desmontaba desde el primer momento. Tan solo había que pararse a escuchar.
Finalmente, gracias a la recuperación de canciones perdidas, reseñas procedentes de medios afroamericanos y prensa local que hasta ahora no había visto la luz, material de archivo en colecciones privadas y grabaciones inéditas, la historiadora revela sobre todo cómo Lady Ella dejó su indeleble huella en conciertos tanto o más significativas que sus discos de estudio.