Chet Baker

Dentro del perímetro de Chet Baker

Me gustan los músicos como Chet Baker, porque en sus comienzos son demasiado jóvenes, engominados y convencionales, en comparación con el estilo que desarrollarán en los años siguientes. Tras abandonar el BeBop y decidir musicalmente ser él mismo, salirse incluso fuera de los dominios de Miles Davis y Charlie Parker, Baker desarrolló una manera personal de ejecutar la trompeta y dar un matiz único al Jazz. 

Baker evoluciona de modo imprevisto. Al punto de parecer, ya al final de su carrera, otro artista, otra persona. Su capacidad de transformación se debe en parte por el uso del silencio; en su habilidad de poder prescindir del recurso de la velocidad, en definitiva, de caprichos que le quitaban profundidad a sus primeras grabaciones.  

Mientras Miles empujó más y más los limites, Chet optó por mantenerse dentro de los perímetros del instrumento y del género. Igualmente creó algo hermoso.

Daniel Smith

Al escuchar el sonido de sus últimos años (entre 1979 y 1988), su música parecería desoír el ritmo, prestando atención en definitiva a un sonido más básico, íntimo y necesario como es la misma respiración: sus grabaciones e improvisaciones se hunden en el reino de lo fundamental.

No es nuevo decir que Baker ha tenido un modo propio y particular para decir las cosas. Pero en Baker no es muy común encontrar las características de un virtuoso, sino que se mete en las entrañas del sentimiento y por fortuna, hoy quedan para nosotros sus grabaciones.  

Una nueva vida en Italia

Desde 1955 y debido a serios problemas legales, Baker decide hacer un cambio de vida. Compra un billete de avión y aterriza en algún aeropuerto de Italia. El tiempo en este mundo y este país de clima gentil, hermosas playas y mujeres le darían otra manera de tocar y de concebir el jazz. Desarrollaría un estilo más sereno, apacible y casi melancólico. Adquiere un estilo único y acude a otros ritmos como la Samba y la Bossa Nova.

Cuentan sus biógrafos, que Baker pretendió establecerse allí para comenzar una nueva vida, pero fue imposible no seguir su destino: no cesaron heroína ni cocaína, tampoco su amor incondicional a su trompeta. Vino así una larga sucesión de recitales…acompañados de estadías irregulares en la cárcel. Con todo, Italia fue su cálido albergue. En Milán estableció su “Chet Baker Jazz Club,” en el que obtuvo reconocimiento, amor, fans y energías renovadas.

De su extensa discografía en estos años, rescato sus singles “Leaving”, “Daybreak”, “Broken Wing”, y los LP’s como “One Day My Prince Will Come” de 1979, álbum en el que es acompañado por el célebre guitarrista Doug Raney. Aquí su trompeta suena con una singular dulzura, un sonido que pareciera inaugurar su etapa más profunda y franca, en que la frescura da por momentos lugar a la insolencia y de pronto a la candidez, a claroscuros del alma.

A partir de aquí, prácticamente desaparecen sus discos que recuerden a sus primeras grabaciones de los años ’50 y casi siempre tocará en dúos y tríos, en un sentido más íntimo y sutil. Una de las características de estos años, es que muy pocas veces Baker recurrirá a un pianista. Cuando lo hizo, como en 1985, llamaría a Paul Bley para realizar el LP “Diane”.

En “Diane” hay dos temas de Nina Simone que Baker escoge: la revisión de “If I Should Lose You,” (tema que él había interpretado de joven) y “You Go to My Head,” en una versión crooner que sólo él podía lograr. Otras de las canciones es de Davis: “How Deep is the Ocean” en que el piano se acopla bien con el inefable estilo de Baker. Lo mismo ocurre en “Little Girl Blue”

“Estate” es otro LP a rescatar en este tiempo. A Baker le acompañan Phillipe Catherine en guitarra y Jean-Louise Rassinfosse en el contrabajo. Algunos de los temas son: “Crystal Bells” en plan samba y en donde parafrasea “Manha de Carnaval”, una versión de “Lament” muy bien lograda (de JJ Johnson), “Estate” (de Bruno Martino) y el clásico “My Funny Valentine”, esa canción que tocaría hasta el final de sus días. 

También llama la atención en esta época “The Heart of Ballad” con Charlie Hadden en contrabajo y Enrico Pieranunzi al piano (el otro pianista que lo acompañó) así como su colaboración con Jim Porto, músico relativamente desconocido en el ambiente del jazz, con quien colabora en un disco que está entre el Jazz, la Bossa Nova y el Rock-Pop. Por supuesto, hay que destacar el Boto Brazilian Quartet, la mejor banda con quien él ha tocado, dicho por él mismo. 

Chet Baker
Chet Baker en 1988

Los últimos años

Desde 1978 hasta el año de su muerte, Baker se ha gana el lugar que hoy lo distingue dentro del jazz. Estos trabajos coinciden con su acercamiento al Brazilian Jazz, en donde añade a sus composiciones la samba y la bossa nova, tan características y reconocibles hoy en su música.

En estos últimos diez años, apuesta por un modo único de entender el Jazz, con composiciones como “Estate” (canción que Joao Gilberto interpretó y cuya autoría pertenece a Bruno Martino), hermosas y oscuras interpretaciones de “Retrato em Branco e Preto” (aka Zingaro) de Chico Buarque y Jobim, intepretada con Nicola Stilo al piano;  “Garota de Ipanema” acompañando a Astrud Gilberto; “Arborway” acompañando a Jim Porto. Junto a Rique Pantoja tocó “Saci”, en honor a la leyenda brasileña de Saci Perere (um menino negro e travesso) y tantos otros temas dentro de Brazilian Jazz.  

Su periodo italiano también lo acercó a Tom Jobim, Vinicius de Moraes y Joao Gilberto. Y si bien su historia como trompetista es larga, el objetivo de este artículo es además rescatar puntualmente esta música ejecutada entre 1978 y 1988, en los que Baker afianzó su estilo, el estilo que marca su impronta en la historia del género.

Por supuesto que además de Baker, hubo otros como Stan Getz, Gerry Mulligan y Paul Desmond que se enamoraron ciegamente del Brasil y de su música, pero este articulo trata sobre Chet Baker: él a su manera revolucionó el género sin forzar ningún límite, adoptando como nadie ritmos latinoamericanos e imprimir así su propio estilo en el género.

Deja un comentario

Escribimos en Caravan